Febrero es un mes importante en la NBA. Digamos que a la altura de noviembre y junio (para algunos equipos abril) dado que los tres señalan fechas tan sustanciales para la liga como el comienzo, la mitad (aproximada) y el final de la Temporada. Pero es el segundo y más breve mes del año el que mayor carácter festivo tiene, ya que acoge el All Star Weekend, la gran fiesta del baloncesto americano. Un fin de semana plagado de acontecimientos relacionados con la parte más lúdica y menos competitiva de la mejor liga del mundo: concursos, actuaciones musicales, veteranos ilustres haciéndose selfies sin parar, partidos de celebrities, y como colofón un partido que reúne a la crème de la crème del planeta basket; a los mejores jugadores de cada conferencia…o al menos así debería ser.
Pero como todos llevamos dentro un seleccionador, exigente y ducho en la materia, cada temporada surgen discrepancias sobre jugadores que mereciéndolo no son seleccionados; otros que son seleccionados sin merecerlo tanto; viejas glorias que siguen sumando presencias gracias a la votación popular; y Damian Lillard…
Esto ocurre cada año y casi sin excepción desde que se disputa el partido de las estrellas. Desde Hairston y Maxwell en los sesenta y setenta, pasando por Harper y Strickland en los ochenta y noventa, hasta los más recientes casos de Monta Ellis y Damian Lillard (el año pasado fue por la lesión de Blake Griffin), rara vez la selección definitiva de titulares y suplentes convence sin reservas. Éste año no ha sido distinto. Nombres como el de Pau Gasol, LaMarcus Aldridge, Paul Millsap, Kemba Walker o, el ya mencionado, Damian Lillard, acumulan menciones en twitter y en la prensa, ya sea por su presencia o por su ausencia. De Rajon Rondo no se ha hablado tanto, pero que un jugador que supera los 10 puntos y las 11 asistencias por partido no sea seleccionado para disputar el All Star Game sólo tiene dos precedentes en la historia de la NBA: Kevin Porter en 1979 (15,4 ppp y 13,4 app) y Norm Nixon en 1984 (17,0 ppp y 11,1 app). El propio Rondo ya superó esos promedios durante tres temporadas consecutivas siendo jugador de los Celtics y en todas ellas disputó el All Star. Hay casos realmente flagrantes, y otros que obligan a tirar de estadísticas avanzadas o de una décima arriba o abajo a la hora de comparar jugadores para determinar quien lo merece más.
Esto tiene difícil solución, ya que quién es mejor siempre será una cuestión subjetiva y sujeta a matices y gustos muy personales. Ocurre incluso con la elección del MVP de la temporada, premio que suele suscitar pocas discrepancias. Pero aunque justo ganador, ¿Es Stephen Curry el mejor? Para algunos sin duda. Otros considerarán que lo es LeBron, Harden o Durant.
De Rajon Rondo no se ha hablado tanto, pero que un jugador que supera los 10 puntos y las 11 asistencias por partido no sea seleccionado para disputar el All Star Game sólo tiene dos precedentes en la historia de la NBA: Kevin Porter en 1979 (15,4 ppp y 13,4 app) y Norm Nixon en 1984 (17,0 ppp y 11,1 app).
Con la selección de jugadores para el All Star da la sensación de que, aunque la mayoría de los seleccionados no cabe duda que son grandes jugadores, algo falla en el sistema de elección. El de la votación popular para los quintetos ya hace años que hace aguas. No se que alternativa podría evitar que se sigan produciendo en el futuro casos como el de Yao Ming, Iverson o más recientemente Kobe Bryant, pero parece ser que Adam Silver ya está trabajando en el asunto, lo cual resulta bastante reconfortante.
Pero lo que personalmente creo más injusto y un baremo erróneo sobre el que basar la elección de jugadores, especialmente los que eligen los entrenadores, es el hacerlo según el récord del equipo, lo que de entrada penaliza a jugadores con rendimiento y consideración de estrellas que, por estar mal acompañados, mal dirigidos desde el banquillo, o mal gestionados desde el front office, forman parte de equipos perdedores. ¿Acaso el All Star no va sobre jugadores? ¿No se supone que al All Star van los mejores a nivel individual? No se trata (o no debería tratarse) de un break de carácter festivo en el que se premia y reconoce a los mejores equipos de la temporada, estos obtendrán su premio y reconocimiento al final de la misma en forma de clasificación para los playoffs y, en el mejor de los casos, de Anillo de Campeón. Se trata de un partido entre los mejores jugadores de la primera mitad de la temporada, y por lo tanto deben estar los mejores, independientemente del récord del equipo.
Luego está ese infame sistema de elección que se carga de un plumazo la estructura básica de posiciones del baloncesto para reducirla a guards y froncourt. Si es usted un center clásico, de los de toda la vida, con fundamentos al poste y buen defensor, es muy probable que se quede fuera, pues compite, no sólo con otros pívots, también con todos los ala-pívot y aleros de su conferencia. Los especialistas no tienen nada que hacer ante esta división tan genérica. Los escoltas se diluyen entre tanto base todoterreno, y los pívot tienen escasas posibilidades compartiendo posición con jugadores como Lebron James o Kevin Durant. El resultado: quintetos como los de este año, sin ningún jugador interior. ¿Imaginan un partido de las estrellas del fútbol europeo en el que de medio campo para arriba todos fuesen delanteros o mediapuntas y en defensa solo hubiese centrales? En el baloncesto, como en el futbol, todas las posiciones son importantes y es de justicia reconocer a los mejores en cada puesto.
#SalvemosElAllStar: Nuestras recetas para ayudar a Adam Silver
Como eso de criticar formas de proceder ajenas sin proponer alternativas es muy de político contemporáneo, desde la más humilde de las posiciones, voy a sugerir algunas variaciones que, a mi juicio, podrían ayudar a que el All Star, aunque festivo, recupere algo de ese espíritu competitivo de antaño y un sistema de elección de jugadores que respete las bases de éste deporte y asegure la presencia de los mejores:
De entrada, sistema de elección por posición. Son 12 los jugadores a seleccionar. Pues los mejores en cada posición. Dos bases, dos escoltas, dos aleros, dos ala pívot y dos pívot. Los dos restantes, uno sería de elección libre, es decir, cualquier jugador merecedor de ser All Star independientemente de su posición en el campo. Y el otro, algo así como un cupo reservado a veteranos ilustres. Se ha criticado mucho la elección de jugadores como Bryant o Wade, que ciertamente no están en sus respectivos prime time y que probablemente estén ocupando un puesto que merecería más otro jugador. Pero lo cierto es que son jugadores a los que gusta ver, al menos a mi me gusta. Por otro lado precisamente su edad añade mérito a sus números, que aunque ya no sean estelares, no dejan de ser buenos. De hecho este año la liga ha creado un ranking de veteranos, Old School Power Rankings, dónde se valora el rendimiento de jugadores que ya han cumplido los 33 años. Ranking que por cierto lidera a estas alturas de la temporada Pau Gasol. Sería algo así como un premio al mejor veterano de cada conferencia, más allá de que sus números no estén a la altura de las estrellas actuales. Por ejemplo, este año el cupo para veteranos se lo disputarían en el Oeste: Kobe Bryant y Dirk Nowitzki; y en el Este: Pau Gasol y Dwayne Wade. Si se da la circunstancia de que un veterano entra por el cupo normal, es decir, como uno de los dos mejores en su puesto (como ocurrió con Pau Gasol el año pasado), no hay problema. Sería otro veterano el que pugnaría por entrar como tal.
Toda está primera parte, obviamente, admitiría matices y adecuaciones a las circunstancias de la actual NBA. Por ejemplo, teniendo en cuenta la escasez de escoltas y pívots puros, se podría reducir a un escolta y un pívot por conferencia, tres bases y dos de elección libre. Como digo, se trata de una idea sin una forma rígida y abierta a variantes.
Eliminaría la elección de titulares. ¡Ojo!, no digo la votación popular, los aficionados votarían el equipo al completo. Los dos mejores por cada puesto, la elección libre y el veterano. Y el entrenador, como ocurre en cualquier equipo, decide el quinteto titular antes del partido. Obviamente los titulares, por regla general, serían los jugadores más destacados de la liga, pero ¿Es realmente necesario hacer esa división en la votación? Con esta medida se eliminaría el papel de elección de suplentes por parte de los entrenadores, que, en mi opinión, sería más fácil que eliminar el sistema de votación popular, ya que, hoy en día, con las redes sociales y el vastísimo seguimiento que tiene la NBA a nivel global, dejar al margen a los aficionados no sería una buena idea.
El resto son detalles, ideas que no he desarrollado demasiado y que muchas de ellas las he leído o escuchado en redes o en la prensa. Pequeñas píldoras, como que para poder votar sea necesario un registro previo; que los jugadores lesionados se eliminen de los listados de elegibles; que existan unas estadísticas mínimas de corte para ser seleccionable…
Quizás los concursos también necesiten algunos ajustes. Para el de triples un porcentaje mínimo para poder participar (no estoy seguro de si lo hay ya) no estaría mal. Sería realmente un concurso entre los mejores triplistas del momento y se evitarían los participantes que se apuntan para echar el rato y probar. El de mates ha pasado por momentos complicados y ha sido reinventado varias veces, pero al fin y al cabo se trata de hacer mates y hay poco margen para cambiar el sistema o limitar participantes. El de habilidades, con la participación este año de Davis, Towns, Green y Cousins puede acabar convirtiéndose en un circo, ya veremos.
Estas son mis humildes aportaciones para Salvar el All Star. Si se os ocurre alguna más o algún matiz o crítica a las mías no dudéis en comentarlo, tanto al hilo de este texto como en redes sociales. Se me ocurre que podríamos utilizar el Hashtag #SalvemoselAllStar para llevar a cabo una gran lluvia de ideas. Quién sabe, con la magia de las redes sociales quizás algunas de las aportaciones lleguen a Adam Silver y le sirva de punto de partida. Miles de cabezas pensantes son una ayuda impagable. Todo sea por acabar con las “pachangas” de mediados de febrero y recuperar la mejor versión del All Star Weekend…