Mahmoud Abdul-Rauf, la estrella apagada de la NBA

El 18 de marzo de 2001 se despedía de la NBA Mahmoud Abdul-Rauf. 14 puntos en 21 minutos había sido su aportación para la victoria de los Vancouver Grizzlies en Oakland. A sus 31 años y tras ocho danzando por las canchas americanas, Adul-Rauf decía definitivamente adiós a una competición que le cerró las puertas en el momento más álgido de su carrera.

La NBA es una constelación perfecta de estrellas. Un dibujo que no admite ni una sola modificación y que se pliega sobre sí mismo cada vez que un nuevo pintor decide cambiar el diseño original. Ese fue el caso de Abdul-Rauf, nacido y drafteado en 1990 como Chris Jackson, que pasó de ser una de las estrellas con más futuro en la liga a un olvidado en marzo de 1996.

Nunca se sabrá en qué momento se formó aquella identidad tan especial. Obligado a realizar infinitas sesiones de tiro por el síndrome de Tourette que padecía, afección que le provocaba realizar repetidas rutinas hasta lograr la máxima perfección, y obsesionado con una fe descubierta durante sus inicios en la NBA.

Lo que sí sabemos es cuándo se formó el jugador. Chris Jackson nació en una pequeña ciudad de Misisipi llamada Gulfport en marzo de 1969. Desde pequeño el síndrome de Tourette que sufría lo obligó a enfocarse en tareas sistemáticas y precisas para ir mejorando los tics y síntomas propios de la enfermedad. Una de estas obsesiones fue el basket, concentrada en aquel swicht que emite la red al colarse un tiro limpio por ella. Anotador excelso, hábil, rápido y creativo, sus años en la Universidad de Louisiana (LSU) no pudieron ser mejores. Coincidiendo en ese equipo con nada menos y nada más que Shaquille O´Neal, sus casi 30 puntos de media lo encumbraron como All-American y Mejor Jugador de la NCAA durante el segundo de ellos.

Su debut en la NBA por el contrario no fue tan dulce. Elegido en el puesto número 3 del draft de 1990, sus dos primeras temporadas en la élite mermaron su potencial inmediato debido al flojo equipo en el que se encontraba. Los Nuggets de Paul Westhead eran uno de los equipos más débiles y poco aprovechados de la liga.

Pero aquel equipo contaba además de con nuestro protagonista con el que sería uno de los pívots más dominantes de aquella década. Dikembe Mutombo aterrizaba desde el Congo en Denver en 1991, lo que junto con el cese de Westhead y la llegada de Dan Issel al banquillo mejoraría el rendimiento del equipo de forma notable.

De hecho, la temporada en la que llega Issel (92-93) sería en la que Jackson firmaría su mayor media anotadora en la liga, 19.2 puntos por partido, igualados tan solo en la temporada de su dilapidación. Sin embargo, Chris Jackson llevaba ya dos años muertos, los mismos desde que se adhiriera al Islam y comenzara a pensar más como Mahmoud que como Chris.

Unas semanas después de ser galardonado como Jugador Más Mejorado de la temporada 92-93, Chris Jackson anunciaba que su nombre a partir de entonces sería Mahmoud Abdul-Rauf. La estrella se reconvertía para seguir brillando con la misma fuerza, más seguro ahora, y convencido de su realidad. “Doy gracias a Alá por todo. Hace tiempo lloraba por la enfermedad, no sabía qué había hecho mal y cómo detenerla. En cambio, ahora creo que el síndrome es una bendición porque me ha permitido ser un perfeccionista. Es mi principal virtud” contaba en relación a su afección, cuya obsesión le llevó a conseguir la actual tercera mejor racha de tiros libres consecutivos (81) por detrás de los 97 de Michael Williams (en 1993) y los 87 de José Manuel Calderón (2009).

El final cuando más brillaba

La temporada 1995-1996 iba a ser su mejor año. Igualando su mejor anotación, Abdul-Rauf destacaba sobre manera, irritando a defensas con un juego eléctrico e impredecible. Su efectividad desde la línea de 3, su habilidad para penetrar y su condición de gran pasador lo convertían en el comboguard total.

Pero como decimos, iba a ser su mejor año.

En marzo de 1996 un escándalo saltó a la mesa del comisionado NBA. Abdul-Rauf no aparecía en la cancha en el momento en el que se entonaba el himno de los Estados Unidos antes de los partidos. Abdul-Rauf argumentaba que su religión le prohibía estar en ese momento delante de lo que él consideraba un símbolo de “opresión y tiranía”.

A la NBA le importó poco apartar a Abdul-Rauf de las canchas mientras no rectificara. La constelación de estrellas cerraba filas ante aquella que se atreve a salir del dibujo predefinido. Abdul-Rauf sería multado sin sueldo ni poder jugar mientras no apareciera durante el himno nacional. Discordia. “Quiero vivir en paz conmigo mismo y jugar al baloncesto” fue la respuesta de Abdul-Rauf a la sanción.

El cisma estaba abierto. Una parte de la opinión pública lo veía como un jugador más, queriéndole en las canchas por encima de su religión, mientras que deportistas islamistas como el propio Olajuwon le daban la espalda. Al final una decisión salomónica entró en vigor tras tres días sancionado.

Abdul-Rauf estaría delante de la bandera americana durante la ceremonia, pero dedicaría ese tiempo a una oración propia. Su gesto, con las palmas de las manos hacia la cara simbolizando el Corán dio la vuelta al mundo, convirtiéndose en un nuevo icono del Islam y en general, de todos los que luchan contra lo impuesto.

El de Gulfport acabó esa temporada con números de estrella (19.2 puntos y  6.8 asistencias) pero herido de muerte. La yihad lanzada contra la NBA acabó por ir poco a poco destruyendo ese carisma de estrella que había alcanzado. Mal traspasado a Sacramento ese mismo verano, Abdul-Rauf dejó de ser ese jugador explosivo por el que un entrenador tenía que cambiar la defensa. Sus números descendieron por lo general, y de forma más clara en los tiros libres, símbolo de su historia y su seguridad como jugador.

Tras dos años mediocres en los Kings, Abdul-Rauf abandonó la liga rumbo al Fenerbahce en 1998. La NBA había conseguido tapar aquel cuadro feo. Problemas con el entrenador no dejaron que cuajara una buena actuación en el club otomano. De nuevo en el ostracismo, casi un año más tarde surgió la posibilidad de fichar por los Vancouver Grizzlies en el 2000. Cobraría el mínimo salarial y tendría una presencia media en las canchas, pero al menos se retiraría de la NBA sobre el parquet.

Dos años más en Vancouver, el citado partido contra Golden State cerraría el paso de este talentoso pero incomprensible jugador en la NBA.

El baloncesto americano acababa para él… ¿pero el del resto del mundo? Desde luego que no. Un gran papel en el Ural Great ruso (campeón de Copa) lo llevó a Italia. Con 35 años se embarcó en el Roseto italiano para llevar a su equipo hasta playoffs con una media de casi 19 puntos por partido. ‘Il Califa di Rosetto’ lo llamaban, la sensación de una de las mayores ligas europeas contaba con 35 años y había encontrado al fin una casa donde no sentirse distinto.

Y así fue como, fuera de la constelación de la NBA, Abdul-Rauf encontró su espacio. Un veterano excelente en Europa. Jugaría un año después la Euroliga con el Aris de Salónica, para después dar un nuevo salto hacia la superación rumbo a Japón, donde hasta el 2011, con 43 años, repartió lecciones de baloncesto.

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Víctor Millán: Escribo mucho y soy de Zaragoza. Director de Sweet Hoops.
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