Este sábado el mundo se ha despertado con la noticia de fallecimiento de Muhammad Ali. Múltiple campeón mundial de los pesos pesados, mejor boxeador de la historia para muchos y, sobre todo, el dueño de una personalidad que trascendía el deporte en todos los sentidos.
Ali será recordado, además de por sus frases, su retórica y sus innumerables combates icónicos, por sus convicciones. Por su hacer en la defensa de los negros en los Estados Unidos de los años sesenta, por su conversión al Islam, y por su firmeza a la hora de rechazar acudir a la Guerra de Vietnam. «Nadie del Vietcong me ha llamado nunca sucio negro», dijo en 1967 para argumentar su causa, lo que le costaría la suspensión del boxeo durante tres años y ser despojado de todos sus títulos.
Fue a raíz de esa suspensión injusta donde se origina esta historia, que une al boxeador más famoso con el jugador que más récord tiene en su haber en la NBA, y que también era todo un provocador nato: Wilt Chamberlain. Sirva como homenaje de SweetHoops.com a la memoria de Ali.
Tres años después de la suspensión el mundo del boxeo comenzó a plantearse la necesidad de que Ali volviera a los rings. Por motivos deportivos, pero también económicos. Durante su ausencia forzosa de los cuadriláteros el púgil conocido antes como Cassius Clay llegó a afirmar en 1968 que se retiraba oficialmente del boxeo. No le interesaba seguir en un mundo que lo había apartado y de paso, dejado prácticamente en la bancarrota.
Pero ahí apareció Bob Arum, que a los aficionados del boxeo les sonará como el promotor de Manny Pacquiao y otros tanto púgiles actuales. Arum había sido abogado de Ali y promotor de la mayor parte de sus combates desde 1966. Y con la posibilidad de la vuelta del campeón comenzó a mover hilos, hasta conseguir que fuera el estado de Georgia -sin comisión de boxeo y por lo tanto con menos posibilidades de crear polémica dentro del mundillo- el que aprobara un combate en Atlanta y el regreso del campeón. Sería la vuelta del rey caído ante el rocoso púgil de raza blanca Jerry Quarry, que acabó durando tres asaltos a Ali.
Pero hacía falta más. Rivales de entidad para dar un pelotazo que permitiera volver a poner a Ali ante los ojos de todos y de paso reavivar sus complicadas finanzas. Es en ese momento cuando a Arum se le ocurrió engatusar a un gigante de 2,16 metros de altura.
Por aquel entonces (1971) Wilt Chamberlain ya lo tenía todo hecho. Había creado el mito del hombre de los 100 puntos en un partido, había ganado la NBA con los Sixers en 1967, tenía ya acumulados la mayoría de récords que conserva hoy y seguramente se habría acostado ya con 15.000 de las 20.000 mujeres con las que afirmó décadas más tarde que había estado en la cama.
Pero Wilt quería más. Sobre Chamberlain siempre ha volado un aura similar a la de Ali. La de un deportista que quiso ser protagonista en todo. Tonteó con otros deportes e incluso ya retirado interpretaría Bombatta en Conán el Bárbaro junto a Arnold Schwarzenegger. Arum le ofreció competir contra Ali en el Astrodome de Houston ante casi 70.000 espectadores el 4 de octubre de aquel año con una gran suma de dinero de por medio. Y aceptó.
El reto había estado sobrevolando a Chamberlain desde hacía varios años. Cus D’Amato -entrenador y promotor décadas más tarde de Mike Tyson- propuso al pívot en varias ocasiones durante la segunda mitad de los sesenta la posibilidad de un duelo contra el campeón del mundo. La idea estuvo tan en pie que incluso se organizó un face to face en televisión. El mejor púgil del mundo (1,91) contra un portento físico (2,16) con agilidad y unos brazos capaces de mantener a raya a cualquiera. «¿Qué vas a hacer contra mi velocidad de pies?» le dijo Ali, a lo que el NBA le contestó, «Que yo sepa los pies no noquean a nadie». Rifirrafe con más comedia que drama que acabó con Ali pidiendo que después del gigante de Filadelfia le enviaran a todos los NBA imaginables. «Traer a Bill Russell si queréis», apostilló.
Sin embargo, aquel combate, The Greatest vs. The Biggest, nunca llegó a llevarse a cabo. En gran parte porque cuando ya estaba pactado Ali perdió sus títulos contra Smokin Joe Frazier en el memorable combate que tuvo lugar en Nueva York. Algunos dicen que Chamberlain perdió interés al no poder competir por los títulos de los pesos pesados. Otros que la suma que iban a recibir bajó en picado tras ello.
Lo cierto es que después de aquel intento Ali se recuperaría -y de que manera, que se lo digan a George Foreman y Don King– y que Chamberlain, que ya tenía 35 años, consiguió alargar su carrera con los Lakers para lograr su segundo anillo en 1972.
Hoy ambos son iconos del deporte. Y quizá lo mejor de esta historia sea que hoy no sepamos quién habría podido ganar aquella pelea.