Acabado el curso 2015-2016 en la NBA, parece que hay una sensación reinante en la práctica totalidad de los analistas y aficionados: empieza a consolidarse una clara tendencia al baloncesto ofensivo en la liga.
La media de puntos por partido de los equipos NBA esta temporada se ha situado en los 102’7, la más alta desde 1993, aumentando progresivamente hasta 6’5 puntos en las últimas cinco temporadas, y los Golden State Warriors han liderado la liga con casi 115 puntos, dato más alto desde los propios Warriors en el 92 (año en el que se disolvió el Run TMC con la marcha de Ritchmond).
Parece casi utópico pensar en que se podría llegar a los niveles de la época dorada del baloncesto ofensivo en la liga, los años 60. La década gloriosa de los Boston Celtics, en la que solo dejaron escapar un anillo en 1967 a manos de los 76ers. En la que nunca se bajó de los 110 puntos por partido de media, estando casi siempre en torno a los 115 y llegando a un tope de 117’4 en 1967. Este año, además, los equipos llegaron a promediar 121’6 posesiones por partido. Algo absolutamente irrepetible. Para hacernos una idea, este año se han promediado 95’8.
Sin embargo, si la tendencia sigue en aumento, quizá podamos aspirar a ver como los números se equiparan a los de la época que a todos nos viene a la cabeza cuando pensamos en baloncesto vistoso y de ataque: el showtime de los 80.
Si bien el camino es diferente, ya que el aumento actual de puntos se debe a la proliferación masiva del lanzamiento de tres, mientras que anteriormente era el alto número de posesiones lo que producía estos números; la meta bien puede ser común, pues no se está tan lejos en la actualidad de los 108-110 puntos por partido en los que se movieron habitualmente en aquella década.
Y si hablamos de baloncesto ofensivo en los 80 es imposible que no se nos vaya la mente directamente a los Lakers, al showtime, a Magic Johnson comenzando un contragolpe y James Worthy culminándolo, a sus duelos con los Celtics…
Sin embargo, todo esto no constituyó el máximo exponente del baloncesto ofensivo de los 80. Eso lo hizo otro equipo, no muy acostumbrado a llegar lejos en los playoff, pero si a correr y a anotar. Los Denver Nuggets.
El equipo de Colorado llegó a la liga en la temporada 76-77 procedente de la ABA, donde acababa de disputar la última final de la historia de esta competición, perdiéndola ante los Nets del Dr. J.
El máximo exponente del baloncesto ofensivo de los 80 fueron los Denver Nuggets, por encima, en números, de Lakers o Boston
En sus dos primeras temporadas en la liga, con jugadores como David Thompson o Dan Issel, y con Larry Brown en el banquillo, terminaron como líderes de la Conferencia Oeste, cayendo eliminados ante los Blazer en segunda ronda el primer año y ante los Sonics en final de Conferencia el segundo.
La siguiente temporada Brown no acabaría la temporada para irse a entrenar a UCLA. En 1981 llegaba al equipo Doug Moe, sustituyendo a Donnie Walsh con el equipo 11-20. Moe llevó a Denver una nueva filosofía de juego netamente ofensiva y olvidándose en gran medida de la defensa. El denominado run and gun, pero llevado al extremo.
Aquel primer año, Moe no consiguió meter al equipo en playoff, sin embargo habían pasado del puesto 14º de la liga en anotación con 108’3 puntos por partido el año anterior, a liderar la liga con 121’8 puntos, casi nueve puntos más que el segundo, los Milwaukee Bucks.
En su segundo año sí consiguieron meterse en playoff, aunque fueron eliminados en primera ronda por los Phoenix Suns. Pero sus medias anotadoras en liga regular siguieron subiendo hasta los 126’5 puntos (dato más alto de un equipo de la década y hasta ahora), doce más que el segundo (Lakers).
Lideraron la liga en anotación durante cinco temporadas consecutivas y siete de las once que van de 1981 a 1991. Nunca bajó del cuarto puesto en esta clasificación durante este lapso de tiempo y siempre estuvo por encima de los 116 puntos por encuentro. En 1982 superaron los 100 puntos en cada uno de los 82 partidos de la temporada regular.
Se clasificaron para el playoff durante nueve campañas consecutivas, alcanzando su cima como equipo en 1985, donde fueron segundo de la Conferencia Oeste por detrás de los Lakers y llegaron a las Finales de Conferencia contra el propio equipo angelino, a la postre campeón, perdiendo por 4-1.
Sin embargo, la guinda del pastel del juego de ataque llegó el 13 de Diciembre de 1983 en el McNichols Arena de Denver, donde los Nuggets recibían a los Detroit Pistons, o el partido que se conoce como ‘el partido de los seis récords’.
El partido de los seis récords
Ambos equipos llegaron a aquel partido con un récord idéntico de 11-12 y con sus estrellas, Kiki Vandeweghe y Alex English por un bando, Isiah Thomas y Bill Laimbeer por el otro, más que preparados. Y el partido no defraudó.
Con un ritmo trepidante, el partido se fue al descanso con un empate a 74 en el marcador. En los últimos segundos del tiempo regular los Nuggets ganaban de dos y Laimbeer tenía dos tiros libres. Fallaba el primero, casi sin tocar ni aro, y tiraba el segundo a fallar. Tras el rebote de ataque, Thomas conseguía empatar el partido. Dan Issel tenía un último tiro liberado sobre la bocina, pero no conseguía anotar y el partido se iba a la prórroga con empate a 145.
Con empate a 159 se llegaba a los últimos segundos del tiempo extra. Denver alargaba la posesión (puede que por primera vez en todo el partido) e Issel lanzaba en los últimos segundos de ésta y volvía a fallar. Tras el rebote Thomas se cruzaba toda la pista y conseguía anotar, pero fuera de tiempo. Habría una segunda prórroga.
A falta de 17 segundos para el final de la segunda prórroga, Vandeweghe anotaba dos tiros libres para poner el empate a 171 y esta vez eran los Pistons los que apuraban la última posesión y tenían el tiro para ganar. Pero, otra vez Thomas, bien defendido por dos hombres, fallaba el lanzamiento y el partido se iba a una tercera prórroga.
En el tercer tiempo extra, los Pistons consiguieron, por fin, hacerse con una cómoda ventaja y los Nuggets, a base de faltas y con un triple final a tablero, sólo podían maquillar el marcador que terminaba con un increíble 186-184 tras más de tres horas de partido.
En los Pistons, Thomas acabó con 47 puntos y 17 asistencias, John Long con 41 y Tripucka con 35. Por los Nuggets, Vandeweghe se iría a los 51, por 47 de English y 28 de Issel.
Aquel día se batieron hasta seis récords que aun hoy siguen vigentes: más puntos en un partido (370), más canastas (142), más asistencias realizadas (93), equipo que más puntos consigue en un partido (Detroit 186), equipo que más canastas consigue en un partido (Detroit 74) y único partido con cuatro jugadores por encima de los 40 puntos. Toda una oda al baloncesto ofensivo. No tanto al defensivo.
La herencia de aquel primer ‘Run and Gun’
En el verano de 1990 los Denver Nuggets decidieron prescindir de Doug Moe y se hacían con los servicios de Paul Westhead, quien había entrenado a equipos campeones como los Lakers del 81 o a Loyola en la NCAA solo un año antes de su fichaje por los de Colorado.
Westhead era conocido por su baloncesto de ataque y por su uso del run and gun, por lo que parecía una sucesión lógica de la filosofía de Moe en el banquillo. Pero aquella temporada de 1991 acabó siendo el canto del cisne de aquel equipo.
Volverían a terminar la liga como máximos anotadores después de tres años y liderarían la liga en posesiones por partido con hasta diez más que los Warriors, segundos en esta estadística. Sin embargo, también acabarían últimos en puntos recibidos con 130’8 por noche (15 más que el anterior peor), acabando como el peor equipo de la liga con un triste récord de 20-62.
Aquel equipo no consiguió grandes logros y nunca será considerado entre los grandes de la historia. A pesar de ello, siempre será un fijo en ese otro gupo de equipos que, sin llegar a lo más alto, dejaron una huella imborrable en el recuerdo de todos los aficionados, tratando de tú a tú a equipos como los Warriors del Run TMC, los Kings del nuevo milenio o los Suns de Nash, D’antoni y sus seven seconds or less.