Por muy mal que estén siempre ponen algo de salsa. Los Portland Trail Blazers han vuelto por sus fueros este año, y lo han hecho bajo el dogma que les ha regido durante la última década en la NBA. Talento, espectáculo, gatillo fácil, y ese descaro que a veces se transforma en malas formas. Como si de un caballo desbocado se tratase, los de Oregón han conseguido después de un mes de competición colocarse segundos del Oeste a base de jugar a ver quien mete más puntos.
El equipo dirigido por Terry Stotts ha empezado la temporada como una exhalación, consiguiendo (hasta el momento) 11 victorias consecutivas. Y lo mejor de todo es que lo están consiguiendo con la misma receta planteada el año pasado en el Rose Garden, pero dejándola enfriar. La clase de LaMarcus Aldridge –que parece que ha dejado atrás sus ansias de volar, al contrario que en la canción de Nino- y el desparpajo de Damian Lillard han encontrado en este mes de octubre su ecuación perfecta gracias al saber hacer de dos de las piezas nuevas que han llegado, el pívot Robin López, y la versión de regreso al futuro de Lillard, Mo Williams, saliendo desde el banquillo.
Los Blazers lideran la división noroeste por encima de Oklahoma a base de lo que parece que les enseñan a hacer nada más llegar a la franquicia. Tirar, anotar y dejar que Dios disponga. Y les está dando resultado. Actualmente ‘los Pioneros’ cuentan con el tercer mejor ataque de la liga, estando en el vagón de cabeza junto con Wolves y Sixers entre los equipos que más tiros intentan por partido, registro que hasta resulta extraño que no lideren al ver en cada partido como Lillard o Batum se la tiran al poco de cruzar el medio campo. Pero ahí está su magia, y lo mejor de todo es que parece que han encontrado la fórmula para a partir de ahí convertirse en un equipo con garantías de dar guerra en PlayOffs.
“Tenemos los suficientes buenos tiradores como para saber que si les damos el tiempo necesario y el balón van a aportarnos más que si intentamos gestionar sus tiros” dijo Terry Stotts el pasado domingo después de que su equipo lograr su sexta victoria consecutiva ante los Raptors, a los que fueron ganando de 20 puntos, se dejaron empatar, y acabaron rematando en la prórroga, punto culminante antes de empezar a ganar a Bulls, Knicks, Nets o Warriors.
Y es que por Oregón sigue pesando un tanto la condición extremadamente alegre de sus jugadores, los cuales son tan capaces de matar un partido en 4 minutos como de echar a perder todo el trabajo de un partido en apenas un cuarto. Una condición que parece acompañar a la franquicia californiana desde aquellos ‘Jail Blazers’ de Rasheed Wallace, Stoudemire, Bonzi ‘Alcatraz’ Wells o el por entonces joven y efervescente Zach Randolph. Pero ahora con mejor cabeza y resultado.
Matthews y el dejar hacer
La mejor muestra del particular idilio que están viviendo los de Oregón se llama Wesley Matthews y lleva el número 2. El escolta está logrando en su quinto año como profesional su mejor temporada. Con unos registros de 17 puntos, 5 rebotes y un 52% en triples, el de Texas está devolviendo a Portland la confianza que depositaron en él cuando apostaron por su fichaje en el verano de 2010.
“Es un jugador muy versátil, y está convencido de lo que puede conseguir”, comentaba Terry Sttots sobre el jugador, el cual ha conseguido labrarse un camino en la NBA después de no ser drafteado por ningún equipo en su año de promoción, allá por 2009.
Y es que el escolta ha ido evolucionando en torno a la estructura del equipo, viendo primero desde el banquillo, y ahora desde el quinteto titular, como los Blazers perdían el tren hacia la historia que se les planteó con la llegada de Brandon Roy y Greg Oden al equipo, y que las lesiones pararon al poco de salir de la primera estación.
Un tren al que ahora quieren volver a subirse estos Blazers, convencidos de que para que el viaje sea placentero deben acabar de ordenar sus asuntos internos, y hacer lo que más les gusta.