Ocurre con frecuencia, en la industria cinematográfica, que grandes directores conectan de una manera especial con un actor determinado y lo hacen suyo, algo así como su actor fetiche, hasta el punto de convertirse en un binomio casi indisoluble a la hora de hacer películas. Quizás el de Tim Burton y Johnny Depp sea el caso más evidente en Hollywoodland. Desde que el excéntrico actor diera vida a Eduardo Manostijeras en el lejano 1990, resulta difícil encontrar una película sólo con el nombre de uno de ellos en los títulos de crédito. En España tenemos a nuestro Pedro Almodóvar, quien convirtió eso de ser “Chica Almodóvar” en algo así como un pasaje directo al estrellato. Carmen Maura y Rosy de Palma, entre otras, deben gran parte de su éxito a su conexión con el director manchego.
Llevando esta casuística a lo que nos atañe, la NBA, el gran movimiento del verano, el fichaje de LaMarcus Aldridge por San Antonio Spurs, tiene tanto sentido como la elección de Depp para hacer de barbero diabólico de la calle Fleet en Sweeney Todd, nadie lo hubiera hecho mejor. Aldridge lo tenía todo para convertirse en el nuevo “Chico Popovich”. Al estilo del que será su nuevo compañero, Tim Duncan, el ex de los Blazers es una estrella discreta, alejada de los comportamientos histriónicos y aires de estrella del pop que acompañan a la mayoría de miembros del star system de la NBA actual. Un deportista que sube fotos a Instagram con su hijo pequeño, y al que no verán dar una rueda de prensa ataviado con una pajarita verde flúor y unas gafas de pasta sin cristales mientras contesta con aires de suficiencia a los periodistas asistentes. Un modus vivendi tan en sintonía con la filosofía de Popovich y los Spurs, que parece que llevaran años buscándose, hasta que finalmente se han encontrado en la agencia libre del verano de 2015.
En lo estrictamente deportivo, los Spurs se hacen con, en mi opinión, el mejor cuatro de la liga. Toda una superestrella que llega a un equipo ganador para ejercer de jugador franquicia, por delante de Parker y Duncan que, aunque siguen siendo pilares fundamentales, se encuentran ya en el ocaso de sus carreras. Diría que también por delante del recién renovado Kawhi Leonard, quien, a pesar de que su ‘prime time’ parece que todavía está por llegar, de momento, se perfila como segundo espada de lujo para unos Spurs aspirantes, de nuevo, al título. Aldridge no baja de los 20 puntos de promedio desde la temporada 2010-2011, y en las dos últimas campañas con los Blazers ha promediado 23.3 puntos y 10.6 rebotes por partido. All Star indiscutible las cuatro últimas temporadas, demuestra además con su fichaje por el conjunto tejano su amor por el baloncesto y su determinación por lograr un anillo, anteponiéndolos a los dólares y los fastos con los que le tentaron otras franquicias.
Probablemente sin el fichaje de Aldridge los Spurs seguirían siendo candidatos al título. Da la sensación de que mientras el dorsal 21 siga saltando a la cancha, aunque sus números no sean los de antaño, y Popovich siga dando órdenes desde el banquillo, San Antonio será contender cada temporada. Pero el fichaje de Aldridge y la renovación de Leonard, entre otras operaciones, aseguran al equipo la continuidad de esa condición, más allá de la retirada del legendario Tim Duncan que, desafortunadamente, no tardará en llegar.