El pívot de los Houston Rockets está siendo investigado por presuntamente haber golpeado a su hijo. Es la última y más grave de las polémicas del ‘bonachón’ center, que siempre se ha caracterizado por mostrar un rostro amable ante las cámaras, pero que también ha recibido varias acusaciones de no ser un tipo con tanto talante fuera de las canchas.
[dropcaps round=»no»]V[/dropcaps]aya por delante que lo primero por lo que hay que juzgar a un deportista profesional es por su rendimiento. Pero detrás de los focos del deporte rentado siempre se encuentra el peso social y los valores que el personaje sea capaz de transmitir a todos aquellos que le admiran una vez que deja el balón a un lado. Y ahí se abre el abanico de lo cuestionable para la opinión pública.
La noticia se hacía pública esta semana. El pívot de los Houston Rockets, Dwight Howard, volvía a ser investigado por pegar supuestamente a su hijo de seis años. La acusación, impulsada por la expareja de jugador, Royce Reed, famosa por participar en un reality show, ha levantado ampollas en un panorama NBA más preocupado que nunca por erradicar los comportamientos poco apropiados. Sin embargo, como telón de fondo se haya un enmarañado trama familiar entre Reed y el cinco de los Rockets por la custodia del pequeño.
Howard, quien ya admitió «sobrepasarse» con su hijo al pegarle con un cinturón reconociendo estar arrepentido y que esto lo hacía «sin saber que era algo malo», salió libre de cargos de la primera denuncia interpuesta por su antigua pareja hace unos meses en el estado de Florida, pero apenas unos días más tarde la causa fue de nuevo abierta esta vez por un juzgado de Atlanta -ciudad natal del jugador- de nuevo a petición de Reed.
En una carta, el abogado del jugador defendió la inocencia de su representado acusando a la madre de intentar aprovechar la situación. “Es espantoso ver a una madre usar a su hijo como arma contra su padre para intentar conseguir dinero, que es lo que está ocurriendo en este caso. Mientras Royce Reed continúe con su caso perdido ante los medios, Dwight Howard continuará actuando con el mejor de los intereses hacia sus hijos para poder protegerles”, explicó el letrado en una carta difundida por USA Today.
El peligro de caer en desgracia
Ahí acaba lo que se sabe de esta historia. Después se abren las interpretaciones, en las que no merece la pena entrar. Pero lo cierto es que el tema ha aparecido en un momento en el que deporte profesional americano está más preocupado que nunca por hacer desaparecer cualquier conducta inapropiada. Al caso de racismo de Donald Sterling en los Clippers que acabó con la venta de la franquicia se le sumó poco después la brutal agresión que propinó el jugador de fútbol americano Ray Rice a la que entonces era su novia.
Por el camino, otros asuntos escabrosos de violencia de género como en el que se vio envuelto el celtic Jared Sullinger, o el ejemplo más claro de cómo una mala conducta -o una acusación- puede lastrar sobremanera la carrera de un jugador: Dante Cunningham, hasta antes del verano jugador de los Wolves, fue acusado en el mes de abril por su pareja tras supuestamente haberla agredido. Los cargos sobre el ala-pívot fueron desestimados por al fiscalía, sin embargo, Cunningham, que ha demostrado más que de sobra ser un jugador válido para la NBA, no ha encontrado ningún equipo que se interese por contratarlo tras el escándalo.
En el caso de Howard, el asunto de su hijo ha llegado también después de varios comentarios por parte de jugadores como Kevin Durant o Gary Payton en el que afirmaban que el jugador «no es querido por muchos compañeros». «Howard siempre está haciendo payasadas, sin embargo, me consta que no cae bien a muchos, es un tipo que crea conflicto», afirmó el mítico base de los Sonics.
Del actual pívot de los Rockets se acuerdan además también en Orlando por su salida, donde no guarda muchos amigos. El jugador se retrató literalmente ante las cámaras en abril de 2012 –meses antes de firmar por los Lakers– cuando en el momento en el que su entonces entrenador Stan Van Gundy reconocía a la prensa que Howard había pedido su cese el pívot se le acercó bromeando a darle un abrazo. Nadie entendió el gesto.
Desde entonces, momento en el que Howard era considerado mejor center de la NBA y uno de los jugadores más queridos por su complicidad con su afición, el de Atlanta no ha parado de enlazar un descenso lento pero progresivo en su rendimiento y su autoridad en la liga. Su despropósito en los Lakers, su quiero y no puedo en los Rockets y en definitiva, una serie de reflejos que han acabado con buena parte de la afición dándole la espalda al ya no tan llamado ‘Superman’. Nadie le podrá quitar a Howard todo lo que tiene (y lo que le queda). 28 años aún pese a llevar ya diez en la NBA, 8 veces All Star, y a todos luces uno de los jugadores con más capacidad física para dominar la pintura actual. Pero tampoco nadie le va a devolver ya el favor de gran parte de su público que, cuestión del crío aparte, ya siente haber destapado a un jugador que llegó poco maduro a la competición y parece seguir sin madurar para tomársela en serio.