Que el baloncesto actual ha cambiado es un hecho. En poco se parece un partido de hace apenas diez años a uno que podamos ver hoy en día. El ritmo de juego y la masificación del lanzamiento de tres son los factores más visibles pero no los únicos.
Este cambio, lejos de afectar únicamente al propio juego, se ve reflejado también en terrenos como la preparación, los entrenadores y los propios jugadores. Los bases actuales son más explosivos, los escoltas más especialistas, los ala-pívots más bajitos y los pívots más completos.
Precisamente estos últimos han protagonizado el último gran cambio en el juego actual. La adaptación a un juego más rápido y abierto ha sido inevitable, lo que se refleja en la proliferación de hombres altos capaces de jugar de cara al aro, lejos del mismo y con una gran visión de juego. Son prácticamente bases en el cuerpo de pívots.
En el futuro se marcará esta temporada cómo la de la reconversión definitiva de la posición de ‘center’. Sin embargo, esta explosión no es accidental ni espontánea. Toda evolución tiene sus etapas y sus bases. Vamos a intentar encontrarlas.
En 1980 se introduce en la liga la línea de tres puntos. En aquella primera década el lanzamiento de tres apenas cobra importancia. Aunque hay buenos tiradores, aún no ha aparecido la figura del especialista, del triplista. Mucho menos, por supuesto, la del hombre grande tirador.
La adaptación a un juego más rápido y abierto ha sido inevitable, lo que se refleja en la proliferación de hombres altos capaces de jugar de cara al aro, lejos del mismo y con una gran visión de juego. Son prácticamente bases en el cuerpo de pívots.
A pesar de ser ésta una rareza en la liga, los Boston Celtics consiguen ganar tres anillos con un hombre capaz tanto de promediar diez rebotes por partido en su carrera, como de ganar tres concursos de triples consecutivos. Nos referimos por supuesto a Larry Bird.
Poco después, un equipo duro y de contacto, aunque no exento de calidad, como eran los Pistons de los ‘bad boys’, también cuentan con esa figura interior capaz de salir a la línea de triple de vez en cuando. En el anillo que consiguen en 1990, Bill Laimbeer llega a lanzar hasta dos triples por partido con un digno 36% de acierto.
En los 90, el triple comienza a cobrar más importancia. Ya tenemos a los primeros especialistas de la liga, como Reggie Miller, Glen Rice, Dan Majerle o Allan Houston.
La figura del jugador interior que juega de cara al aro sigue siendo muy poco habitual, sin embargo parece que la fórmula de contar con uno sigue funcionando en casi todos los grandes equipos de la época.
Sam Perkins llega a jugar la final de la NBA con los Lakers en el 91, con los Sonic en el 96 (lanzando más de cuatro triples por partido) y con los Pacers en el 2000. En 1993 los Suns consiguen la pieza que les faltaba en la rotación para llegar a las finales con Charles Barkley, un base atrapado en un cuerpo gordo y reboteador. En 1999 los Knicks llegan a las finales eliminando en la final de Conferencia a los Pacers con un 3+1 ya mítico del grandote Larry Johnson.
Mención aparte merece un jugador como Robert Horry. Un ala-pívot que rara vez se dejaba ver por la pintura, pero que tiene en su poder hasta siete anillos de campeón con tres equipos diferentes. Equipos además caracterizados por un fuerte juego interior. Dos anillos jugando al lado de Olajuwon, otros tres al lado de O’Neal y dos más con Tim Duncan, le han convertido en mito, teniendo su momento de protagonismo, además, en casi todos ellos.
Otro hecho clave sucede también en los 90: la llegada de los jugadores europeos. La visión más global del juego, la técnica o el juego en equipo de éstos, se manifestaba principalmente en los jugadores interiores.
Jugadores como Divac, Radja o Kukoc dotaban el juego interior de una profundidad desconocida hasta entonces. Y si existe un jugador que se puede considerar referente absoluto de los pívots actuales, ese sin duda es el lituano Arvydas Sabonis. Prototipo absoluto del jugador total, seguramente el jugador alto con mejor visión del juego de la historia. Llegó a promediar dos lanzamientos triples por partido mientras sus rodillas se lo permitieron. En 2000 se quedó a un paso de jugar las finales. Y en 1998 llegaba a la liga un jovencito alemán de 2’13 que poco tardaría en revolucionarla.
Llegaba el nuevo milenio y este tipo de jugadores pasaba de tener un papel secundario o de rotación a ser parte destacada en sus equipos. En 2002 los Nets llegan a las finales con Keith Van Horn como jugador destacado, alternando los puestos de tres y de cuatro. En 2004 los Pistons ganan el anillo siendo un jugador interior, Rasheed Wallace, quien más triples intenta del equipo. Y mediada la década llega la gran explosión de Nowitzki, primero en ser la estrella absoluta de su equipo desde Barkley más de diez años antes, jugando una final de la NBA en 2006 y siendo proclamado MVP de la liga en 2007.
Jugadores como Divac, Radja o Kukoc dotaban el juego interior de una profundidad desconocida hasta entonces.
Seguimos hablando en su mayoría de ala-pívots, aunque ya hay algunos pívots puros que consiguen destacar jugando de cara al aro. Gente como Brad Miller o Mehmet Okur consiguen ser All-Stars en esta época.
Y entonces llegó D’antoni. Y Nash. Y los Phoenix Suns. Y el baloncesto cambió para siempre. Comenzaron los cimientos de lo que hoy se conoce como ‘pace and space’ (ritmo y espacio) y que domina la liga actualmente.
En 2004 los Pistons ganan el anillo siendo un jugador interior, Rasheed Wallace, quien más triples intenta del equipo
El número de posesiones subió, el triple comenzó a cobrar una nueva importancia y la pista se ensanchó buscando crear más espacios. Pero sobretodo, la diferencia entre las posiciones en pista comenzó a disminuir hasta casi desaparecer. Jugadores como Stoudamire, Marion, Diaw o Tim Thomas podían intercambiar posiciones tanto en ataque como en defensa sin que el equipo se viese perjudicado. Jugadores cada vez más físicos que podían tanto intimidar en la zona como puntear un tiro exterior. Esto llevó a reducir los espacios, sobretodo en la zona.
En los años siguientes vemos a los últimos grandes equipos con ‘torres gemelas’, término que comenzaba a extinguirse poco a poco. Los Lakers ganan la liga en 2009 y 2010 con Bynum y Gasol, si bien es cierto que Pau juega cada vez más minutos de cara al aro y que Odom juega mucho tiempo como ‘cuatro’. En 2011 Dallas lo hace con Chandler y Nowitzki, aunque al alemán sólo se le pueda considerar ‘torre’ por su tamaño y no por mentalidad, y con gran ayuda de un Marion a menor nivel que su época en Phoenix, pero aun capaz de defender, al menos, tres posiciones.
Enfrente, estos equipos se encuentran con el siguiente eslabón en la cadena de la evolución del juego. Orlando llega a la final en 2009 con Howard como pívot dominante, pero con dos aleros altos capaces de abrir el campo y de intercambiar posiciones como Turkoglu y Lewis. Una fórmula parecida (aunque sin pívot dominante) a la que lleva a las finales a Oklahoma en 2012 con Durant e Ibaka, aunque ya con una defensa mucho más física y cerrando más los espacios.
Con la década actual llegan también las estadísticas avanzadas. Los llamados intangibles del juego se comienzan a medir. La importancia del triple deja de ser algo teórico para ser algo medible y la importancia de los jugadores interiores deja de medirse únicamente por su intimidación. En 2013 Marc Gasol es elegido de forma polémica como jugador defensivo del año por encima de jugadores con más tapones y rebotes por partido que él, gracias, por ejemplo, a su ‘rating defensivo’ o al porcentaje de tiro que provoca en sus rivales.
Gregg Popovich, capaz de adaptarse a los tiempos como nadie y ante la ausencia de grandes estrellas en su equipo (los mejores tiempos de su ‘big three’ ya habían quedado atrás), recupera el espíritu de los Suns. Con menos ritmo que aquellos, consigue darle una importancia al triple desde las esquinas, al movimiento del balón y a las posiciones poco definidas como nadie lo había hecho desde entonces.
Los espacios para el rival se habían reducido a la mínima expresión y era imperativo el agrandar el campo para poder crear espacios dentro de la zona. Para luchar contra estos Spurs finalistas en 2013 y ganadores en 2014 con uno de los mejores baloncestos que se han visto jamás, los Miami Heat, contrincantes de los Spurs en ambas finales, hacen un movimiento clave.
En el cuarto partido de las finales de 2013 y con la serie 2-1 en contra, Spoelstra decide quitar del quinteto inicial a su pívot habitual, Udonis Haslem, para pasar a LeBron James al puesto de cuatro y a Chris Bosh al de pívot. A pesar de que Bosh ya había jugado minutos como pívot antes, esta decisión es considerada clave en la remontada y victoria final de los de Florida en la serie. De algún modo se puede considerar a Bosh como el primer gran pívot de la era actual.
Y llegan los Warriors de Kerr para darle una última vuelta de tuerca a la liga. De la mano de un base como Curry, capaz de anotar triples como si fuesen bandejas, y de un jugador total como Green, continúan la filosofía de Spurs y Suns de movimiento de balón y abrir espacios, pero incorporando el triple como arma principal.
En el cuarto partido de las finales de 2013 y con la serie 2-1 en contra, Spoelstra decide quitar del quinteto inicial a su pívot habitual, Udonis Haslem, para pasar a LeBron James al puesto de cuatro y a Chris Bosh al de pívot.
Con el ‘small ball’ (al menos cuatro jugadores pequeños en pista) la figura del pívot ya no es sólo la de un jugador intimidante. Ahora necesita ser más inteligente, tanto en ataque como en defensa. Tiene que ayudar en la circulación, ser capaz de defender por fuera o de encontrar a jugadores libres.
Aunque Bogut no era capaz de alejarse mucho del aro en ataque, sí que cumplía en buena medida con esta inteligencia en pista. Pero el golpe maestro llegó con la colocación de Draymond Green como pívot en muchos minutos de los partidos. Esto le dio al equipo un dinamismo nunca antes visto. Puede que el punto máximo de esto se viese en la serie de playoff ante los Memphis Grizzlies en la que, con 2-1 en contra y tras perder dos partidos seguidos por primera vez en toda la temporada, Steve Kerr decide poner a Bogut a marcar a Tony Allen, escolta de los Grizzlies, y a Green emparejado con Marc Gasol. Ni que decir tiene que los Warriors le dieron la vuelta a la eliminatoria.
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Ha sido un largo camino para los hombres grandes hasta llegar a su versión actual, la cual, seguro, no será el último paso en su evolución. Pero una filosofía o una tendencia no se convierte en tal si no tiene una continuidad. Por suerte, parece que eso no va a ser un problema en este caso. Los nuevos pívot que llegan a la liga parece que tienen completamente interiorizada la nueva filosofía de la liga.
Jugadores como Davis, Towns, Embiid, Jokic, Kaminsky o Turner llegan con una mentalidad nueva. Son jugadores totales capaces de hacer prácticamente de todo en la pista y que auguran un gran futuro a la figura del hombre alto.
¿Y qué hay de los que ya estaban en la liga? Muchos se han adaptado perfectamente al nuevo ‘status quo’. Casos como los de Marc Gasol o Brook Lopez son los más llamativos por la rapidez de su adaptación. En el último año han lanzado más triples que el resto de su carrera junta y en un partido este año ante los Bucks, Lopez se convertía en el primer jugador de la historia en poner ocho tapones y anotar seis triples en un partido.
Pero otros pívots también han conseguido este cambio aunque no sea de forma tan explosiva. Cousins o Horford llegaron a la liga como pívots tradicionales y ya llevan un tiempo demostrando sus buenas maneras.
Otros pívots que ven la nueva tendencia están comenzando a cambiar su estilo y su rango de tiro aunque aún no lo han conseguido. Vucevic o Kanter cada vez se prodigan más en el lanzamiento desde la larga distancia, aunque sus porcentajes aun no son suficientes para generar una amenaza real. O casos como el de Gorgui Dieng, uno de los jugadores interiores que más lanza desde la zona inmediatamente anterior al triple y que sólo es cuestión de tiempo que aleje apenas un metro su rango de tiro.
Varios equipos han decidido también reconvertir a sus ala-pívots, más habituados a estas lides, sobre todo si hablamos de ‘siete pies’. Pau Gasol o Dirk Nowitzki están acabando sus carreras en esta posición, en el caso de Pau con un increíble 50% de acierto en el tiro de tres. Pero no sólo se trata de jugadores en sus últimos años de carrera. Las continuas lesiones de Noah han hecho que el joven Porzingis juegue cada vez más minutos de pívot y parece que es algo que nos vamos a acostumbrar a ver a menudo.
¿Significa esto que los pívot tradicionales van a desaparecer? Quizá esto sea mucho decir, pero lo que sí que es cierto es que un gran número de equipos ya no cuentan con ellos. Sin embargo, un grupo de ellos aun han conseguido ser valorados en sus equipos. Gobert ha subido su status hasta convertirse en el máximo aspirante a jugador defensivo del año en un sistema ‘rara avis’ como el de los Jazz en el que prima la defensa y las posesiones largas.
Otros equipos han conseguido acoplar al juego actual a los pívots más clásicos, como Atlanta con Howard, Washington con Gortat, Miami con Whiteside o Clippers con Jordan. Cosa que no consiguieron por ejemplo Nerlens Noel o Jusuf Nurkic, quienes han acabado siendo traspasados por no ser capaces de acoplarse al alto ritmo que imprimían sus equipos.
Por suerte, lejos de caer en el ostracismo, la posición de pívot ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos y está más en alza que nunca.