Hace unos días leí, en uno de esos post que navegan por las redes sociales a velocidad de vértigo impulsados por infinidad de “shares” y “likes” , que Jordi Hurtado, periodista y presentador de televisión, lleva 17 años al frente del popular programa concurso “Saber y Ganar”. Diecisiete años son muchos. Lo son para casi cualquier ocupación, pero en un mundo como el televisivo, en el que a lo largo de los años hemos visto como hasta los programas más exitosos y duraderos acababan siendo retirados de la parrilla con el recurrente argumento de “todo tiene un final”, que Jordi Hurtado lleve casi dos décadas siendo el presentador de un programa sobre cultura y conocimientos que se emite en la sobremesa de un país dónde la siesta es deporte nacional, y que además lo haga con unos índices de audiencia millonarios, tiene un mérito enorme.
Entre reflexiones sobre lo efímero y lo duradero, y por extraño que parezca, acabé encontrando cierto paralelismo entre el singular presentador y Gregg Popovich, actual entrenador de San Antonio Spurs.
Para empezar, “Coach Pop” lleva también 17 años seguidos desempeñando el mismo trabajo, el de entrenador jefe de una de las franquicias más exitosas del deporte americano, los San Antonio Spurs, actuales finalistas y cuatro veces campeones de la NBA, todos bajo su mando. De hecho ambos comenzaron sus respectivos proyectos casi a la par. En diciembre de 1996 Popovich se hacía cargo del banquillo de los Spurs, y apenas dos meses después, en febrero de 1997 Jordi Hurtado se estrenaba al frente de “Saber y Ganar”.
Al igual que el televisivo, el de la NBA actual tampoco es un mundo muy propicio para largas relaciones laborales. La inmediatez es lo que prima. El afán por obtener resultados y beneficios a corto plazo, ya sean deportivos o económicos, da como resultado un continuo movimiento de jugadores, entrenadores y directivos que pasan por diferentes franquicias en espacios de tiempo relativamente breves. En una liga tan marcada por las jerarquías y en la que los General Managers, presidentes y propietarios de los equipos ansían cada vez más protagonismo y relevancia mediática, Popovich es una “rara avis”.
No sólo es el entrenador en activo de las cuatro principales ligas estadounidenses que más tiempo lleva al frente de un mismo equipo, también es probablemente quién más poder tiene. Hace prácticamente lo que quiere en San Antonio. Por el pasan todas las decisiones deportivas. Fichajes, alineaciones, rotaciones, tiempos de juego, relación con la prensa. Posee un conocimiento tanto del juego como de las personas a un nivel superior (estuvo a punto de entrar en la CIA), por lo que suele dar en el clavo a la hora de escoger a los jugadores adecuados para su equipo. En ocasiones incluso jugadores de perfil bajo o que son desechados por otras franquicias, como el caso de Boris Diaw o Danny Green, y a los que es capaz de convertir en piezas clave del roster.
Cierto es que, al contrario que su homólogo zen, Phil Jackson, nunca ha tenido vocación de educador, por lo que prefiere mantenerse alejado de las causas perdidas. Una de sus primeras decisiones al frente del equipo tejano fue el traspaso de Dennis Rodman a los Bulls a cambio de Will Perdue en el año 96 a pesar de los casi 17 rebotes que promedió el gusano el año anterior y de que los Spurs acabaran la temporada con el mejor récord del campeonato (62-20)
Popovich los prefiere ya educados y comprometidos totalmente con la causa del baloncesto, ya se encarga él, como pocos entrenadores de la liga, de conseguir el mejor rendimiento posible en función de las virtudes y habilidades que cada jugador tiene.
Como cualquier persona que alcanza un gran éxito, además de trabajo duro, conocimiento e instinto, Popovich también ha tenido la suerte de cara en muchos momentos a lo largo de estos 17 años. Pero quizás el mayor golpe de fortuna se le presentó al principio de este largo camino y sin duda marcó en gran medida el devenir de su exitosa carrera.
El punto de partida hay que situarlo en la temporada 96-97, apenas transcurrido un mes de competición, los Spurs, con Bob Hill como entrenador y su jugador franquicia, David Robinson, fuera del roster por una lesión de espalda que se produjo en pretemporada, se encontraban hundidos en la clasificación con sólo 3 victorias en 18 partidos. Popovich, quién ocupaba por entonces el puesto de General Manager y Presidente de Operaciones Baloncestísticas del equipo, despidió a Hill y asumió él mismo el puesto de entrenador jefe.
A partir de ese momento, los Spurs, un equipo diseñado para ganar el campeonato, sufrieron una serie de catastróficas desdichas por las que probablemente hasta el mismo Popovich, hierático hasta exasperar, debió inquietarse y sentir el peso del fracaso sobre su espalda. David Robinson se rompió para toda la temporada nada más volver de su lesión. Sean Elliot, Chuck Person y Vinny del Negro también sufrieron diferentes lesiones serias. El nucleo duro del equipo al completo en la enfermería dejó una desoladora temporada que sólo dio para 20 victorias.
Horrible temporada que sin embargo desembocó en el mayor golpe de suerte de la historia de la franquicia. Les tocó la lotería. La lotería del draft en este caso. El bombo les obsequió con la primera elección del draft de 1997, la cual utilizaron para seleccionar a Tim Duncan. Ni Popovich ni un bisoño Duncan hubieran imaginado en ese momento que aquella extraña temporada en la que la suerte se balanceó de un extremo a otro en tan poco tiempo supondría el punto de partida de uno de los equipos más ganadores de la historia de la NBA.
El resto podríamos decir que es historia. Una historia de éxito, sustentada en ganar partidos de forma casi sistemática. Aprovechando los últimos años de David Robinson en las primeras temporadas, la calidad de Parker y Ginobili después y siempre con Duncan como piedra angular, Popovich ha construido una de las dinastías ganadoras más importantes y longevas de la historia de la NBA. Cuatro anillos de campeón, uno en el siglo pasado y tres más en el siglo XXI. Ostenta el récord de más temporadas consecutivas con récord ganador de la historia de la NBA. Su equipo ha terminado líder de división en 11 ocasiones y en segundo lugar en seis. Seis títulos de Conferencia, cinco apariciones en las Finales y 17 temporadas consecutivas siendo contendiente al título de campeón, es algo que no tiene precedentes en el deporte profesional americano.
En muchas ocasiones la formula más simple es la que conduce al éxito más rotundo y duradero. Y de nuevo esta reflexión me lleva al aparentemente imposible paralelismo entre Jordi Hurtado y Gregg Popovich. El primero acaba de celebrar el programa 4.000 siendo líder en su franja horaria. El segundo opta a ganar por quinta vez el anillo de campeón en plena disputa de sus sextas finales de la NBA. De modo que nada hace indicar que esas líneas paralelas al triunfo, dejen de serlo a corto plazo.
Y es que, aunque de personalidades contrapuestas. El presentador de una simpatía casi histriónica y Popovich de carácter hosco y disciplina militar (se graduó en las fuerzas aéreas), ambos consiguieron y han perpetuado su éxito a través de una fórmula muy sencilla, sin extravagancias ni adornos innecesarios. Simplemente Saber y Ganar.
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