En defensa de Isiah Thomas

La historia ha tratado mal a Isiah Lord Thomas III. Cuando se cita a los mejores bases de la historia de la NBA, el jefe de los Bad Boys suele ir precedido en la lista por Magic Johnson, Oscar Robertson, John Stockton, Jerry West o incluso Steve Nash. Aunque Stockton y Nash nunca fueran campeones de la NBA. Y Robertson solo posea un anillo de campeón. Thomas, por ejemplo, iguala a Magic y a Robertson en presencias en el All Star Game, una cita a la que acudió unas cuantas veces más que Stockton y Nash.

Una constante, incluso durante su trayectoria profesional, la de menospreciar a Zeke, a pesar de que supera a varios de ellos en títulos y apartados estadísticos. Hasta en los Juegos Olímpicos, ese escaparate mundial que todo aficionado contempla cada cuatro años, Thomas tuvo mala suerte. A pesar de tener plaza segura en el USA Team que habría participado en los JJOO de Moscú 80, el boicot estadounidense al evento hizo imposible verle defender los colores de su país.

“Veías esa sonrisa, y todo lo que querías erra borrársela de la cara”. Así se sinceraba era Rick Mahorn, que antes de ser su compañero de filas lo sufrió como adversario en los Washington Bullets. El más rudo de aquellos Pistons que se llevaron el título a la Motor City a finales de los años 80 era consciente de que la célebre sonrisa de Thomas provocaba en sus rivales una desproporcionada aversión. Quizá solo así se expliquen dos de las acciones más violentas que se han visto muchos años sobre una cancha de baloncesto.

La primera, un codazo salvaje propinado por Karl Malone que le envió directo al hospital y le hizo recibir 40 puntos de sutura. Los médicos equipararon el impacto con un accidente de tráfico. Las consecuencias pudieron ser mortales.

Años después, Thomas reconoce que todavía no ha perdonado a Malone. Las imágenes hablan por sí solas. La segunda, aunque también fea, fue de menor gravedad pero tuvo por protagonista a, contradictoriamente, su íntimo amigo Magic Johnson. Fue en las finales por el título de 1988 y, a pesar de la aspereza de aquellos partidos, es difícil encontrarle una justificación. Dos acciones, ejercidas por estrellas de primer nivel de la NBA, que hoy en día supondrían muchos partidos de suspensión.

Nunca sabremos hasta dónde habrían llegado sus nada desdeñables números, 19.2 puntos y 9,3 asistencias por encuentro, de haberse desenvuelto en un baloncesto menos físico que el que se estilaba en los 80. El de Chicago, con sus poco más de 80 kilos, se jugaba el físico en cada penetración hacia la zona. Era habitual ver cómo se marchaba por velocidad del mismo Magic, de Mark Price o de Dennis Johnson, pero en la pintura siempre esperaba un siete pies con malas pulgas y el árbitro de su parte.

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Los que, a estas alturas, piensen que estoy olvidando que era Detroit el equipo que más estopa repartía, debería darse cuenta de que no se trata de que los Pistons ganaran por esa agresividad física. Es que era la única forma de ganar en una NBA hipertrofiada de músculo y que hacía la vista gorda a bloqueos en movimiento, codos voladores y hachazos de todo tipo.

Quizá Thomas pagaba los platos rotos de Laimbeer, Mahorn y Salley, pero no era un saco de golpes. Sus orígenes, incluida una familia que vivía en la indigencia y dos hermanos a los que perdió por el alcohol y las drogas, habían impreso en él un carácter fuera de lo común. Su competitividad era legendaria. Thomas hacía lo que hiciera falta para ganar.

Una de sus gestas personales más asombrosas ha quedado algo oscurecida en los libros de historia. Se trata de un récord que sigue vigente; sus 25 puntos en un cuarto durante el partido de las series finales de 1988, ante los Lakers. Thomas, que buscaba su primer título, está cojo después de torcerse el tobillo. Con la articulación hinchada como un bote, y contra todo consejo médico, decide no solo jugar, sino echarse al equipo a la espalda en ataque hasta llevarlo en volandas. En los instantes finales, una falta más que dudosa de Laimbeer sobre Kareem Abdul Jabbar, que anota los dos tiros libres, deja el triunfo en el Forum de Los Angeles y allana el camino para el anillo de los Lakers en el último choque.

Para la memoria, también, los 44 puntos que logró ante John Stockton el 15 de noviembre de 1991, durante el primer partido entre ambos después de conocerse el nombre de los integrantes del Dream Team. El de Utah figuraba en un lugar que muchos atribuían a Thomas, y éste se encargó de dejar claro quién era mejor de los dos. La razón de fondo de esa decisión fue la conocida animadversión de Jordan con Thomas, al que vetó con el beneplácito de Magic. Por entonces la antigua relación entre los antiguos amigos estaba deteriorada y supuso un punto y aparte.

José Ángel Sanz Pastor: Storyteller. Sigo la NBA desde los 80.
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