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El último baile de Paul Pierce
El mítico alero inicia su última aventura en la NBA en Los Ángeles con vistas a conseguir su segundo anillo
Tras una exitosa campaña por la capital del país en unos bravucones Wizards que dieron mucho que hablar, Paul Pierce se dejó llevar por el lujo de Los Ángeles para jugar las que serán sus últimas tres temporadas en la mejor liga del mundo. Aterriza en una ciudad en la que ha generado grandes quebraderos de cabeza y lo hace en la nueva pesadilla de sus archi-enemigos, los Clippers.
El fenómeno ‘Clip-Nation’ ha pasado de ser una moda pasajera a una realidad que año tras año reúne a grandes figuras del pasado, presente y futuro del Olimpo NBA. Tras conseguir mantener al dúo Griffin-Paul, recuperar de malas formas a DeAndre Jordan (nuevo ídolo en Dallas), y firmar a Josh Smith, Lance Stephenson y al propio ‘The Truth’; los Clippers vuelven presentarse a un nuevo ejercicio anual armados hasta los dientes. También se hicieron con Wesley Johnson, ex de los Lakers.
Parece el escenario ideal para Paul en la que será su tercera aventura más allá del Boston Garden. Tras su paso por Brooklyn y Washington volverá a encontrarse con un rostro conocido. Será nada menos que el del mejor entrenador que ha tenido a lo largo de su carrera: Doc Rivers. Además, su nuevo presidente Steve Ballmer es muy ‘salao’.
¿Qué aportará a los Clippers?
Buena pregunta. Lo cierto es que Pierce no es ningún chaval hoy en día, lo cuál ha elevado más de una ceja cuando los californianos decidieron firmarlo por más de una temporada. Sin embargo, quién podría resistirse a tener en sus filas a una leyenda como ésta. Un campeón, futuro Hall of Famer y líder de vestuario para poner en cintura los egos de Chris Paul cuando se levante con el pie izquierdo.
El mejor aval a la contratación de Pierce es su muñeca. Famoso en el mundo entero como la famosa sidra es su tiro especial para el que no existe defensa posible. Es además un jugador que vive para y por la posibilidad de enchufarla en el alambre. Cuando no hay esperanza, cuando las rodillas tiemblan, su pulso de cirujano es la mejor opción para una victoria segura. Así lo demostró la campaña pasada en los Wizards.
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Una leyenda viva
La historia de Pierce comenzó en una noche de verano de 1998, cuando David Stern nombró a Paul Pierce -flamante alumno de la universidad de Kansas. Fue la décima elección de la noche y corrió a cargo de los Boston Celtics. Fue un draft fructífero, del que surgieron leyendas como Vince Carter o Dirk Novitzki y otros jugadores importantes como Mike Bibby o Antawn Jamison o Rashard Lewis.
A partir de ahí comenzó una verdadera historia de amor con la que siempre será su ciudad: Boston. Eligió el número 34, toda una declaración de intereses para forjarse como la que sería la nueva leyenda Celtic, la sucesión de Kevin McHale (32) y Larry Bird (33). Pierce pasará a la historia quizá como uno de los jugadores menos reconocidos de la historia en base a sus méritos.
Además de su único anillo -temporada 2007-2008- que consiguió en las Finales ante los Lakers, puede añadir el logro de ser el MVP de esas finales. Sin embargo, un jugador de sus características no cuenta con ningún MVP y lo que es más increíble: nunca fue seleccionado en el Primer Quinteto de la NBA. Donde sí fue reconocido fue en el All-Star, en el que cuenta 1o participaciones y un trofeo del Concurso de Triples de 2010.
Una curiosidad: la primera elección de ese Draft fue precisamente de los Clippers, quienes la malgastaron en el pívot nigeriano Michael Olowokandi. Qué no hubiesen pagado por viajar en el tiempo y elegir a Pierce.