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David Stern: Luces y sombras del padre de la actual NBA
La NBA se despide del hombre que la convirtió en la máquina de sueños y billetes que es actualmente. Llegó con 23 equipos y se va con 30, y con unas cuantas cosas que contar.
[dropcaps round=»no»]E[/dropcaps]n treinta años da tiempo a muchas cosas. El mundo entró en guerra un par de veces, Jesucristo pudo plantar el germen de la mayor religión de la actualidad con apenas 3 años y 12 compañeros más, y a Paul McCartney le dio tiempo a poner a bailar al mundo con los Beatles, pelearse con John Lennon, disolver los Beatles, y pagarle 48 millones de dólares a su exmujer Heather Mills. Pero en lo que a nosotros nos concierne 30 años es el tiempo en el que la NBA se ha convertido en lo que es hoy en día, y mucha culpa de ello la tiene el vanagloriado, a veces odiado y esperemos que no extrañado, David Stern.
Con su marcha, la NBA se despide del hombre que la convirtió en la máquina de sueños y billetes que es actualmente. A su llegada a la liga en 1984, Stern se encontró una jungla difícil de clasificar. Los rumores de amaños y el consumo de drogas entre los jugadores se había extendido hasta formar parte del paisaje. El baloncesto vendía poco, y la sociedad norteamericana cada vez asociaba más la liga con «negros drogatas a los que se les paga mucho por colgarse del aro».
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30 años repartiendo gloria y ruina en el Draft
Nuestro hoy más que nunca entrañable protagonista dejó a un lado su formación de abogado judío de Nueva York para ponerse el traje de supermario de las finanzas y del marketing deportivo. Al poco de llegar, amplió los PlayOffs hasta los 16 participantes, potenciando la creciente rivalidad entre chico blanco y chico negro que trajeron el pájaro y la magia. Ni Larry Bird ni Magic Johnson habrían sido lo mismo si en los años 80 la liga no hubiera firmado contratos televisivos con cadenas de medio mundo -España incluída-. El germen comenzaba a extenderse, y el bueno de Stern comenzó a entender que mucho más que con deporte, estaba haciendo negocio con las emociones.
La hora de Jordan -que llegó a la liga el mismo año que Stern- y sus Bulls de leyenda llegaría más tarde. La rueda ya giraba por sí sola. Solo la retirada del más grande y el Lockout -el segundo de los 4 de su mandato- acontecido en 1999 hicieron flojear el paso de un hombre que ha permanecido al mando de una Gran Liga de los Estados Unidos más que nadie.
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La pelea entre los jugadores de los Pacers y los Pistons en 2004 fue quizá uno de los momentos más duros de la carrera de Stern.
Y es que, como todo hombre de poder, Stern también tuvo sus sombras. Suyas han sido algunas de las medidas más drásticas que ha tomado la NBA. El código de vestimenta firmado para frenar las modas de los Iverson y compañía, su inclusión a veces desproporcionada dentro de los tratos de los equipos o algunas controversias en torno al amaño de Drafts y de otras algunas decisiones arbitrales han ido poco a poco mellando la imagen de un mandatario cuya mayor herencia -de las muchas- quizá sea el acierto a la hora de encuadrar un límite salarial que a día de hoy trastorna todas nuestras noches de rumores y trades de videojuego.
David Stern se marcha. Llegó con 23 equipos y se va con 30, con la piedra en el zapato de haber dejado a Seattle sin una de esas franquicias que danzaban incluso antes de que él llegara -y con las ganas de vernos a todos llevando camisetas con mangas- pero siendo el principal responsable de que cada noche millones de fans alrededor del mundo alumbren su mirada en torno a una cancha de baloncesto.