Has visto a Shaq, a Jordan , a Kobe, Duncan, a Nash y qué cuernos; a Dirk y a Pau… A Bird y Magic con suerte. Y viene un lechugín de brazo huesudo que apenas cuenta veinte primaveras y te prendas.
Como un soplo de aire fresco. Ese trozo de pizza que ya ni recordabas y que te invita a un delicioso desayuno.
Porque el que aquí escribe no habla por hablar. Acostumbrado a seguir año tras año lo que la universidad estadounidense arrojaba en forma de beca deportiva, uno ya empezaba a creer que los tiempos en que un novato se comía el mundo habían llegado a su fin.
Miles de informes de scouting después y conversaciones para presumir de esa próxima estrella que se rompía el cruzado antes del All-Star, después incluso del tortuoso draft 2013 y el fallido del 14… Va y toca el Gordo. Y nosotros con estos pelos.
Una generación para soñar
Los de un Anthony-Towns que ya lidera a los Wolves y la liga Fantasy NBA + con sus promedios. Un Okafor que forma una ilusionante pareja con Noel en el páramo de talento que es Philadelphia.
Un abucheado Porzingis que ha silenciado a ordas de fans y analistas furiosos –mea culpa de nuevo. Ya lo decía nuestro querido Juanfran «¿Y si sale bueno?» Hagan caso a este buen hombre.
Y aún me dejo a dos aleros excepcionales en Justise Winslow y Nemanja Bjelica o el bueno de Mudiay si aprende a ser un jugador seguro con el balón.
Cuando menos se lo espera uno, la NBA se vuelve interesante. Solo hay que dejarse llevar por el show cual Lomana en San Isidro y ver lo que estos nuevos traseros prietos ofrecen al venerable. El madurito ha muerto. ¡Larga vida al yogurín!