La vasta historia de la NBA nos ha dejado infinidad de crónicas en su mayoría relacionadas con grandes jugadores, equipos que marcan época o actuaciones memorables que se asientan y perduran en la memoria del buen aficionado al baloncesto. Pero, como la vida misma, la NBA también alberga una cara menos amable, donde surgen historias que poco tienen que ver con la épica o las grandes hazañas deportivas. Son relatos cargados de ignominia, casi olvidados a fuerza de no hablar de ellos. Crónica negra sobre delincuencia, asesinatos y otros hechos infames que llevaron a cabo jugadores o ex jugadores NBA y por los que terminaron dando con sus huesos en la cárcel.
CAPÍTULO II: BILLY RAY BATES “THE BLACK SUPERMAN”
La historia de Billy Ray Bates es, además de episodio por derecho de la Crónica Negra de la NBA, una de las más fascinantes con las que este humilde contador de historias se haya topado hasta la fecha en lo que a relatos baloncestísticos se refiere. Antes de que Dwight Howard lo intentara enfundándose una ridícula capa roja; y antes incluso de que Shaquille O’Neal proclamara su condición de “Man of Steel” grabándolo a tinta bajo su epidermis; mucho antes de que todo esto sucediera y cuando no había más Superman que Christopher Reeve, Billy Ray fue bautizado como “el Superman negro”. Pero en esta jugosa intrahistoria nos adentraremos en detalle más adelante, vayamos por partes.
SUS ORÍGENES
Billy Ray nació en 1956 en Kosciusco, un pequeño pueblo del profundo Mississippi. Creció en una choza anexa a la granja de un hombre blanco rico, a quién su padre y hermanos mayores trabajaban las tierras de algodón y maíz. Su infancia fue realmente dura. Aquella choza no tenía agua corriente ni electricidad. Su padre, con un grave problema de alcoholismo, murió cuando Bates tenía siete años, quedando él y sus ocho hermanos al cargo de las labores en la granja para mantener a la familia.
Años de duro trabajo en el campo dotaron a Bates de un físico portentoso. En el colegio, apenas era capaz de leer frases completas sin equivocarse, pero ya dejaba boquiabiertos a sus compañeros de pupitre machando el aro en el recreo. Tanto su físico como sus capacidades baloncestísticas siguieron desarrollándose en el High School, hasta que la Universidad Estatal de Kentucky le concedió una beca, que para el joven Billy Ray fue, además de la oportunidad de seguir jugando al baloncesto al máximo nivel, el salvoconducto para salir de la granja y de un Mississippi donde la ofensiva racial hacia los negros seguía aún muy arraigada.
Tras cuatro años de College y a pesar de promediar más de 20 puntos por partido en los dos últimos, ninguna franquicia NBA apostó por él en el draft de 1978, iniciando su carrera profesional en la CBA, donde ganó el premio de Rookie del Año y el concurso de mates en la única temporada que disputó en las filas de los Main Lumberjacks.
LA NBA
Aunque la mayoría de los scouts consideraban que, pese a su talento y extraordinario físico, Bates no encajaría en la disciplina de un equipo NBA, en 1980 unos Trail Blazers azotados por una plaga de lesiones le firmaron un contrato de 10 días, ofreciéndole después una renovación hasta final de temporada. Fue el inicio de una desconcertante carrera NBA, que transitó en apenas tres años entre el éxito inesperado y la decadencia más absoluta.
En los 16 partidos que jugó con los Blazers en la regular season de su primera temporada anotó 20 puntos o más en seis de ellos, convirtiéndose en uno de los favoritos de los aficionados debido a su entrega, velocidad y espectaculares mates. En marzo, a escasas semanas del final de la temporada fue nombrado Jugador de la Semana. Pero fue en los playoffs de ese mismo año cuando su nombre resonó con fuerza en los círculos NBA a nivel nacional, con una magnífica serie de primera ronda frente a Seattle Supersonics en la que fue el máximo anotador de su equipo con 25 ppp., números estratosféricos tratándose de un rookie no drafteado y que apenas había disputado una veintena de partidos.
En su segundo año con los de Oregón, ya completo, se asentó como un jugador importante en el roster, con grandes actuaciones a lo largo de la temporada coronadas el último partido de RS anotando 40 puntos frente a los Clippers y en los tres partidos que disputó de playoffs donde promedió 28.0 ppp, récord aún vigente de la franquicia en postemporada.
Su tercer año en Portland fue complicado. Sus problemas con el alcohol tomaron protagonismo y condicionaron tanto su rendimiento en cancha como la relación con sus compañeros en el vestuario. Los Blazers lo despidieron al finalizar la temporada, firmando como agente libre por los Washington Bullets. En 1983, tras 15 partidos con los capitalinos (fue cortado) y seis en los Lakers puso fin a su carrera NBA e inició un programa de desintoxicación para tratar su problema con el alcohol.
FILIPINAS Y LA LEYENDA DE “THE BLACK SUPERMAN”
Superado con éxito el periodo de desintoxicación y, en teoría, libre de su querencia por los destilados, Bates decidió darle un giro radical a su vida. Podría haber intentado un regreso a la NBA. Quizás volver a cortejar aquel éxito que otrora tan cerca estuvo de conseguir. Pero no, puso rumbo a Filipinas para enrolarse en las filas de los Crispa Redmanizers de la incipiente PBA.
El talento de Bates, sumado a una superioridad física que aún se hacía más patente entre tagalos, dio como resultado un dominio pocas veces visto sobre una cancha de baloncesto, por más que se tratara de una liga menor. Se convirtió en una especie de héroe para los aficionados filipinos, quienes le bautizaron como “The Black Superman” por sus espectaculares vuelos hacia canasta. Bates promedio más de 40 puntos en su primera temporada, y su promedio de carrera (46,2ppp) sigue siendo el más alto jamás conseguido por ningún jugador en la PBA. En su segundo año promedió 49,6 ppp y en el tercero 54,9 ppp. Revolucionó el panorama deportivo en Filipinas, convirtiendo el baloncesto en deporte nacional. Se construían canchas callejeras por todo el país. Las audiencias televisivas de los partidos de la PBA, especialmente los que disputaba Bates, se dispararon. Tal era su fama que se convirtió en el primer jugador de la liga filipina con sus propias Signature Shoes. La marca australiana Grosby le ofreció un jugoso contrato de patrocinio por lucir sus zapatillas, a las que llamaron “The Black Superman Shoes”, un auténtico tesoro que bien podríamos ver en próximas ediciones de Joyas sobre suelas.
Pero los fantasmas de su fracaso en la NBA no tardaron en aparecer. Billy Ray nunca había dejado el alcohol. Era tan conocido por sus exhibiciones en las canchas como por sus borracheras en los bares de Manila. Ciertamente su dominio del juego era tan aplastante, y su físico tan fuerte y resistente a las resacas, que era habitual verle meter 50 o 60 puntos al día siguiente de haberse cogido una cogorza de época. Incluso se le podía ver dando ruedas de prensa botella de cerveza en mano. A nadie le parecía un inconveniente, era un héroe, y en Filipinas por aquellos años era frecuente ver a los jugadores bebiendo y fumando tras los partidos para celebrar una victoria. Esta permisividad con el alcohol era un caldo de cultivo realmente peligroso para cualquiera con un problema de alcoholismo. Por desgracia Bates lo tenía, y bastante serio.
Como Superman no hay más que uno y vive en Kryptón, el alcohol y los excesos hicieron mella en Billy Ray. Con apenas 32 años su físico había sufrido un deterioro acelerado en las cuatro temporadas que llevaba en Filipinas. Seguía anotando con facilidad, pero ya no era más The Black Superman y sufría ante los pujantes jóvenes que iban llegando a la liga. Como condición a un ultimátum lanzado por la directiva y su entrenador, intentó una vez más dejar el alcohol, pero la noche de Manila pudo más que su voluntad. Sus habilidades tanto físicas como técnicas fueron mermando cada vez más, hasta que en 1988 tras cuatro derrotas de su equipo en las que sus actuaciones bordearon la humillación fue despedido de la PBA.
UN DESENLACE TAN FATAL COMO ESPERADO
Tras abandonar Filipinas Bates consiguió alargar su carrera baloncestística en lugares tan dispares como Suiza, México y Uruguay. Aunque sin demasiado éxito, seguía haciendo lo que más le gustaba, jugar al baloncesto y beber, beber mucho.
En 1998, ya de vuelta a Estados Unidos, dominado por el alcohol, las drogas y con graves problemas financieros, ocurrió lo inevitable. Completamente borracho, Bates atracó una estación de servicio en New Jersey armado con una navaja, con la que le seccionó una oreja al dependiente de la gasolinera, un joven de 18 años. Fue detenido y condenado a cumplir una condena de un máximo de diez años y mínimo de cinco. Salió en libertad condicional tras cumplir cuatro años y nueve meses, pero violó la condicional al dar positivo en cocaína en un control rutinario de drogas, volviendo de nuevo a prisión donde cumplió cuatro años más.
En la actualidad, con 61 años, Vive en Anaheim, en un pequeño apartamento asignado por una fundación social que provee viviendas a personas en peligro de exclusión. Sigue luchando por mantenerse sobrio y encontrar un trabajo estable. Está escribiendo un libro autobiográfico y tiene planes de volver a la Universidad. «“Bebo solo de vez en cuando”, declaró recientemente en una entrevista.
La historia de Billy Ray Bates resulta lamentable e irremediablemente cautivadora casi por partes iguales. Una corta pero destacable carrera NBA, un legado que perdura hasta hoy en Filipinas, y esa pátina de personaje errático, caótico pero genial, al fin y al cabo – al menos en lo que al baloncesto se refiere- convierten la suya en una de las historias más apasionantes de la crónica negra de la NBA.
En Filipinas la leyenda de “The Black Superman” sigue viva. Gran parte del amor que profesa este pequeño país asiático por el baloncesto tiene que ver con Billy Ray y aquellos salvajes años ochenta. En 2011 la PBA le brindó un homenaje en el que fue incluido en algo así como el Hall of Fame de la liga filipina, reconociendo su enorme contribución al baloncesto del país.