El mundo va a una velocidad pasmosa, a veces demasiada, y no nos permite apenas apreciar lo que tenemos delante. Quién no se siente identificado con el ir corriendo a todos lados, de arriba a abajo como en una carrera de ratas. Qué locura. Perdemos contacto con gente maravillosa y nos lo encontramos una tarde cualquiera. Te llamo y quedamos, cuando perfectamente sabes que no va a ocurrir.
Y tienes ese día místico y metafórico en el que algo te emociona. La primera vez que oí de Macklemore fue en la previa del All-Star de 2013 de Houston. En un video chulo de un gimnasio viejo que mostraba camisetas retiradas de grandes leyendas, intercalado con imágenes míticas del concurso. Muy agradable de ver. Me acuerdo que en la semana siguiente, en la sección de baloncesto nuestro compañero Diego comentó «está bien pero es un poco sosa para la cabecera» y le dije «sí, suena agradable a mí me gusta pero le falta fuerza». El bueno de Víctor diría algo incluso más grave en conferencia desde Chile. Que equivocados estábamos.
La canción está llena de fuerza, porque transpira pura realidad. No la realidad que vemos cada fin de semana o entre diario si somos traviesos en la madrugada NBA. Eso es sólo lo superficial. Lo humano de estas historias son las duras vidas de esos niños que ven volar a sus ídolos con los cuales llenan sus paredes y hacen todo lo que están en su mano para alcanzar el cielo que las marcas de zapatillas como Air Jordan, Nike o Adidas prometen. Niños de barrios peligrosos que prefieren pasar una tarde de lluvia echando una pachanga con los amigos que bajar al sótano de su primo mayor a fumar marihuana o robar placas de automóvil.
Las zapatillas con las que juegan son su símbolo. Una distinción que tristemente les estratifica socialmente. Qué ridículos hemos sido todos dejando que esa chaqueta mítica se nos quedara pequeña porque el abusón de turno nos dijo que si te volvía a ver con ella te la quitaría. Esto es un puñetazo en la boca a esos matones fracasados y un salvavidas por los adolescentes que prefieren jugar al baloncesto a robar coches y aspirar pipas de crack. Me siento agradecido a Macklemore, al que tenía por un gracioso rapero que me hacía bailar con Thrift Shop. Disfrutad el vídeo como yo lo he hecho, os lo recomiendo.