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La involución de Andrew Wiggins

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La involución de Andrew Wiggins

Andrew Wiggins fue uno de los nombres propios del pasado verano. Con su nuevo contrato, que será efectivo a partir de la próxima temporada, será uno de los jugadores mejor pagados de la liga  cuando apenas lleva cuatro temporadas siendo parte de ella. Sin embargo, el alero canadiense está muy lejos de rendir acorde a esos 146 millones que cobrará en las próximas cinco temporadas.

Tras un inicio de temporada ilusionante, en el que el ex de Kansas se salió del mapa merced a grandes actuaciones (incluido algún que otro buzzer beater decisivo para los Wolves), Wiggins se ha visto eclipsado por las otras dos figuras de la franquicia de Minnesota, Karl-Anthony Towns y Jimmy Butler, que le han adelantado hasta casi hacerle desaparecer de los titulares de las noticias relacionadas con la franquicia.

Su rendimiento ha ido bajando hasta límites preocupantes para un número uno del Draft que apuntaba a ser algo parecido al nuevo LeBron James y que se ha quedado hasta ahora en un quiero y no puedo que se ha acentuado esta temporada, en la que no le sostienen ni los números ni las sensaciones.

Lo que dicen los números

Mirando las frías estadísticas, nos encontramos con una clara y dura realidad: Andrew Wiggins ha involucionado hasta encontrarse con su peor temporada en la NBA desde su campaña de debut, la 2014/15.

Pese a un comienzo de temporada en el que se aprovechó de la falta de acoplamiento de Jimmy Butler para ejercer de primer bastión del equipo (anotó 26, 21 y 27 puntos en los primeros tres partidos de la temporada), desde entonces su rendimiento ha ido en picado en lo que aportación se refiere.

No hay más que irse a la anotación para darse cuenta de que se ha convertido claramente en el tercer jugador del equipo en importancia, cuando su contrato pasará a ser el primero la próxima temporada.

En el total de la temporada vemos como la media se queda en 17,7 puntos por partido, una cantidad mucho más cercana a su campaña de debut en la NBA (16.9 puntos por partido) que a las cifras que logró la pasada temporada (23,6 puntos). En la comparación con sus compañeros se queda lejos de las cifras de Jimmy Butler (21,7 pese a un inicio algo lento de temporada) y Karl-Anthony Towns (20,2 puntos).

Esta bajada podría tener una fácil explicación. Es sencillo pensar que los números de Wiggins bajan porque tiene que compartir el balón con otra estrella más. Lo que el año pasado compartía solo con Towns este año se ha convertido en un triunvirato al que se ha sumado Jimmy Butler junto a otros jugadores con más galones ofensivos que en temporadas anteriores. Sin embargo, esta teoría también es desmontada por las estadísticas.

Y es que los porcentajes de tiro de Andrew Wiggins son los peores de toda su carrera. Peores incluso que en su primera campaña en la liga. De los 15,6 tiros que asume por partido (19 la pasada campaña), el canadiense anota el 43,5 por ciento, cuando en sus anteriores temporadas fue creciendo del 43,7% de la 14/15 a un 45,2% en la 16/17. En el tiro de tres también ha sufrido un claro retroceso: ha pasado del 35,6% de la pasada temporada a un escueto 32,4%, cuando tira más triples que nunca (4,3 este año contra 3,5 de la pasada temporada).

Además, Andrew Wiggins sigue adoleciendo de falta de intención a la hora de penetrar a canasta, una de las que, por características físicas podría ser una de sus mayores virtudes y que sin embargo no aprovecha. Esto se refleja en el significativo dato de solo tira 4,4 tiros libres por partido, siendo su peor marca de siempre (5,6 en su temporada rookie era su peor dato hasta ahora).

En el resto de aportaciones también se puede notar una involución significativa. Uno de sus principales puntos negros, las asistencias, también se han visto afectadas por este bajón de temporada del canadiense. Pese a que nunca ha sido un buen asistente, la 17/18 es la primera temporada de su carrera en la que baja de las 2 asistencias por partido (1.8). Quizás en el año en el que mejores compañeros para aprovechar sus pases podría tener. En cuanto a robos, tapones y rebotes, los números se mantienen estables con respecto al resto de su carrera, aunque sin destacar en ninguno de ellos pese a su teórica superioridad física.

 Lo que dicen las sensaciones

Andrew Wiggins siempre ha sido un jugador insolente sobre la cancha. Siempre le hemos visto trotar, y como si la cosa no fuese mucho con él, arrastrarse hasta la media cancha contraria. Sin embargo, lo de esta temporada empieza a ser grave. Porque en esta campaña no vemos un cambio de chip en cuanto supera la media cancha. No se ven ganas. No se ve interés.

El canadiense se ha convertido, guiándose solo por las sensaciones que deja sobre la cancha, en un prototipo de Rudy Gay con algo más de calidad. Iba para LeBron y por ahora se queda en Rudy Gay. Preocupante para él y preocupante para los Minnesota Timberwolves, que han hipotecado gran parte de su futuro apostando por su crecimiento.

Y es que es fácil ver en un partido de los Wolves como Andrew Wiggins desaparece de los partidos. Esto se acentúa cuando a su lado juega Jimmy Butler, su antítesis en estos aspectos. Lo que antes podía pasar desapercibido por estar rodeado de jugadores de escasa calidad (en su mayoría) y por las muchas derrotas encajadas ahora se ha convertido en un hándicap para su equipo.

Recibir en la media distancia, amagar con el dribbling y acto seguido, haya conseguido engañar al contrario o no, sacar un tiro que en la mayoría de ocasiones no entra. Esa es la tónica en la que se ha convertido el juego de Andrew Wiggins esta temporada. Una tónica que venía asomando la pasada temporada pero que hasta este año no ha terminado de ser una rutina tediante y desesperante para los aficionados, que ven como el canadiense desperdicia sus talentos, o lo que es peor, solo los aprovecha cuando le interesa.

Porque por momentos, cada vez más fugaces (cuando juega contra los Cavaliers, por ejemplo), vemos un Andrew Wiggins agresivo e intenso, que aunque no sea un experto defensivo al menos lo intenta y gracias a su físico provoca fallos en el rival. Que penetra y que saca réditos. Que tira con criterio. Un Wiggins acorde a sus condiciones y a su talento. Un Wiggins que nos hace ver lo que nos perdemos cada vez que se va del partido y regresa a su versión más apática, la que ya se han acostumbrado a ver este año en el Target Center, siendo el punto a mejorar en una campaña a todas luces histórica.

Las soluciones

Una vez expuesto el caso de Andrew Wiggins, lo que todos los aficionados de los Timberwolves se preguntan es ¿qué puede pasar o qué se puede hacer con él? Sin duda, esta cuestión es quizás la más difícil de resolver.

A día de hoy, es muy difícil plantear un traspaso para el canadiense. Tom Thibodeau, entrenador y Presidente de operaciones de la franquicia, fue el que consiguió ese contrato para Wiggins, y por lo tanto no va a admitir un ‘error’ apenas meses después de apostar por ello. Sería perder poder y perder autoridad dentro de una franquicia que, por ahora, va viento en popa.

Y, aunque se planteara un traspaso, los 24 millones firmados por Wiggins le convierten en una pieza cara y difícil de mover. Si se mueve, solo sería a cambio de un jugador contrastado y de rendimiento inmediato que sirviera de ayuda para Towns y Butler. Una combinación complicada de características que pocos equipos darían por un jugador que no ha demostrado valer lo que cobra. Sin embargo, su enorme potencial sí jugaría a su favor.

Así, los Wolves han condicionado su futuro próximo (cuando Towns firme un contrato máximo para la temporada 2019/20 no quedará espacio salarial para Jimmy Butler) por un jugador que está en su peor temporada desde que era rookie y que no muestra una actitud de mejora como para suplirlo con intangibles o salir de esta mala racha. Andrew Wiggins, si no cambia, se está convirtiendo en un ancla para un proyecto prometedor como el del los Wolves.

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