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Ricky Rubio, entre el cielo y el suelo

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Ricky Rubio, entre el cielo y el suelo

En plena disputa de su 5ª temporada en la NBA Ricky se afianza como base titular, pero parece estancado en su evolución. ¿Ha tocado techo como jugador de baloncesto?; ¿Deberíamos rebajar las expectativas con él?

Decía Mecano en una de sus más célebres canciones que: “Entre el cielo y el suelo hay algo con tendencia a quedarse calvo de tanto recordar”. Casi 30 años después de que sonara por primera vez, sigo sin entender que quería decir Ana Torroja con esta enigmática frase. Aunque tampoco es necesario para disfrutar de tan hermosa canción, y me vale como referencia para establecer una analogía con la situación de nuestro protagonista: Ricky Rubio.

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En términos metafóricos, el cielo sería el firmamento de la NBA, dónde habitan las estrellas de la liga, y el suelo: el fracaso, los contratos de diez días, la D-League… Entre estos dos extremos existe un espacio para una gran mayoría de jugadores. Buenos, pero no brillantes. Necesarios, pero no imprescindibles. En ésta categoría de jugador parece haberse instalado Ricky tras cinco temporadas en Minnesota.

A priori, desarrollar una carrera en la NBA siendo un buen jugador, especialista en algún aspecto del juego, respetado y con cierto protagonismo en un equipo no debería ser algo desdeñable, al contrario. Es realmente complicado hacerse un hueco en la mejor liga del mundo y, obviamente, no todos pueden ser grandes estrellas. El problema de Ricky, como el de otros jugadores a los que se exige más que al resto, es las altas expectativas. Las franquicias NBA manejaban informes suyos desde que era cadete. Ser considerado un niño prodigio del baloncesto, debutar en la ACB con 14 años y con 19 ser elegido en la 4ª posición del draft de la NBA, siendo base y europeo, conlleva el escrutinio continuo de prensa y afición, y una exigencia que en ocasiones convierte en decepcionante un más que decente rendimiento deportivo.

Ricky no evoluciona. Este es un hecho bastante objetivo y fácilmente comprobable echando un vistazo al siguiente cuadro estadístico de su trayectoria.

Fuente: basketball-reference.com

Fuente: basketball-reference.com

De hecho en algunos aspectos del juego incluso se observa una ligera involución. Con 25 años y tras cinco temporadas en la liga no hay ni un solo apartado del juego en el que haya mostrado una evolución considerable con respecto a su temporada rookie. Es cierto que tampoco ha empeorado ostensiblemente, salvo en el que se considera su talón de Aquiles: el porcentaje de tiro, que éste año es terrible (33,6% t2 y 14,8% t3), pero la no evolución se penaliza duramente en la NBA, dónde no tardarán en situar al de El Masnou como un base digno, que asegura un buen número de asistencias y robos en cada partido, capaz de arrancar un aplauso a la grada con algún pase mirando al tendido, y poco más… despojándolo de todo marchamo de potencial estrella. Si no lo han ubicado ya definitivamente ahí, es porque, al igual que la mayoría de nosotros, aún tienen dudas de si son realmente las lesiones las que ponen freno a su evolución.  Lesiones que, en una NBA tan física y donde todo va tan rápido, de persistir, pueden acabar ubicándolo en otra categoría de jugador: base digno pero frágil, con tendencia a lesionarse.

Quizás leyendo hasta aquí, y ante la frialdad de los números, el panorama pueda parecer sombrío. Pero este artículo, lejos de ser una crítica, pretende ensalzar las grandes virtudes (que son muchas) que tiene Ricky, y que, precisamente esas altísimas expectativas que le acompañan desde niño pueden acabar opacando.

Lo que hace Ricky no es nada fácil. Superar los 10 puntos, las ocho asistencias y los dos robos de balón en la NBA no son promedios de carrera al alcance de cualquiera. Es cierto que no tiene ni tendrá un buen tiro de media/larga distancia, y probablemente ese sea el único motivo por el que no será nunca una gran estrella. Pero la historia nos dice que con un buen puñado de virtudes, o con sólo unas pocas pero bien desarrolladas se puede sostener una larga y exitosa carrera, ganar títulos e incluso, eventualmente, disputar algún All-Star. Luego está ese aspecto intangible del juego que, aunque algo más dosificado que en sus primeras temporadas (probablemente por las lesiones), sigue mostrando: la magia. Puede llevar un 0/8 en el tiro, pero es capaz, como pocos jugadores, de levantar un murmullo de admiración en cualquier pabellón con un pase imposible o un fake de patio de colegio.

[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=Km6Kpp4igs4[/youtube]

Otro aspecto que sin duda influye en la vara con la que se mide el rendimiento de Ricky es la esplendorosa generación de bases con los que le ha tocado convivir. Imaginen ser pívot en los noventa, pues algo parecido. En una liga que cuenta con bases como Stephen Curry, Russell Westbrook, Chris Paul, John Wall, Kyle Lowry, Jeff Teague, Kyrie Irving, Kemba Walker, Damian Lillard, Rajon Rondo, Isaiah Thomas y alguno más que me dejaré en el tintero, no resulta nada fácil apreciar la fina capa de brillo que le pone  Ricky a su juego.

Por eso, en plena disputa de su quinta temporada en la NBA, quizás es momento de relajar un poco la expectativa con él. De no convertirlo en víctima de su propia precocidad. De olvidar, o al menos no tomar como referencia aquellos  europeos y campeonatos del mundo cadete en los que arrasaba firmando cuádruples dobles. Incluso podríamos desechar la idea de que se convierta en un gran tirador. Es joven y si las lesiones le respetan aún puede mejorar en muchos aspectos, incluso en el lanzamiento exterior. Si es así, bienvenidas sean todas las mejoras. Pero si no, y su sitio está ahí, en ese espacio compartido con tantos otros grandes jugadores, entre el cielo y el suelo;  con lo que ya tiene puede conseguir mucho y hacernos disfrutar de grandes noches de basket. Conseguirá contratos interesantes; si sabe jugar sus cartas en la agencia libre y recala en el proyecto adecuado, puede conseguir éxitos, anillos e inscribir su nombre en los libros de historia de la NBA. Sea cual sea el devenir de su carrera, disfrutemos de un gran jugador de baloncesto, que trabaja duro para hacerse importante en la liga más brillante y competitiva del planeta,  y que además, y dicho esto sin el más mínimo ánimo chovinista, es español.

Valga como banda sonora la bonita canción de Mecano cuya primera estrofa  sirve de hilo conductor de estas líneas. A los que no la conozcan, espero que les guste. Y a los que sí, que disfruten volviéndola a escuchar…

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