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Los Knicks y su Triángulo (ofensivo) de las Bermudas
Cinco victorias por veinte derrotas. Tercer peor equipo de la liga, y quinto que menos puntos anota. ¿Hacia dónde caminan estos Knicks?
Cinco victorias por veinte derrotas. Tercer peor equipo de la liga, segundo que menos rebotea, y quinto que menos puntos anota. El comienzo del año (y seguramente se puede decir ya que la temporada) para los Knicks no ha sido ni mucho menos el esperado.
Era sabido que la temporada 14/15 iba a ser un nuevo año de transición en la Big Apple que serviría como toma de contacto del brujo Phil Jackson, sacado de su virtual retiro para emprender -eso sí, no desde el banquillo- el resurgimiento de un equipo que, pese a estar siempre en el candelero mediático, lleva demasiado tiempo en tierra de nadie.
[dropcaps round=»no»]E[/dropcaps]l aficionado de los Knicks es (o debería ser) un tipo bregado en continuas desilusiones en su época más reciente. Desde que jugarán sus últimas finales de Conferencia en el año 2000 –Latrell Sprewel, Allan Houston, Pat Ewing en su último año como Nueva York…¿Los equipos de los Knicks siempre molan al final no?- el equipo neoyorkino ha pisado territorio PlayOffs solo en cinco ocasiones de 14 posibles. Durante esta casi década y media el Madison ha acogido prácticamente un ‘chasco’ por año. La época de Isiah Thomas desde los despachos, Stephon Marbury, Steve Francis, la época de Isiah Thomas desde el banquillo, el quiero y no puedo de Zach Randolph, el traspaso de David Lee por nada, el fichaje de McGrady, la llegada de Mike D’Antoni, su Run&Gun, las lesiones de Stoudemire… el ‘boom’ de la llegada de Carmelo, el ‘pluf’ de los primeros PlayOffs con él, el extintor roto por Amare, el subidón pasajero de la temporada 12-13 y la vuelta a la realidad al año siguiente hasta el anuncio del regreso de Phil Jackson por todo lo alto. Con este último creo que salen quince. Volviendo al aficionado de los Knicks, debe tener un corazón sano.
Pese a esto, poca gente es incapaz de volver a ilusionarse si de repente se presenta en tu puerta el eternamente esperado. El chico listo de la clase que pasó desapercibido en los años de gloria -los dos anillos de los setenta- y después, tras un carrera como jugador apañada, pero sin llamar la atención, resulta que se consagra como uno de los mejores entrenadores de la historia. Ese es Phil Jackson, hijo pródigo de la Gran Manzana, pero cuñado cabrón a ratos también.
El tema es que a final de temporada llega el entrenador más laureado de la historia de la NBA, pero no para entrenar, y de la mano también viene el que se presume que va a ser su cerebro dirigiendo el banquillo, Derek Fisher, coach novato pero, a fin de cuentas, enlace de Jackson en los Lakers. Nadie escondió nunca esas dos palabras: Triángulo ofensivo. Era el sistema que Jackson había llevado a la máxima expresión, que además de resultar evidentemente efectivo, está cargado de un halo de misticismo que el talante zen también se ha ocupado de proponer.
Ahora es cuando llegan los Knicks, con Carmelo recién renovado y reafirmado, aunque con un equipo peor que el del anterior año y se marcan una racha de 5-20 en el primer mes y medio de competición. Algo no cuadra, pero para darse cuenta, quizá haya que volver otra vez al principio.
El Triángulo ofensivo
El emblemático sistema de ataque fue ideado primero por Sam Barry, entrenador universitario y Hall of Fame, recogido por el que fuera su jugador Tex Winter, que, a su vez, sería entrenador asistente en los Bulls y los Lakers de Phil Jackson, quien lo llevaría a su máxima expresión. ¿Y nadie más ha sabido llevarlo a cabo? Pues parece que no. Bienvenidos a la nave del misterio.
Pero, ¿en qué consiste el triángulo ofensivo? Básicamente, en distribuir el peso del ataque sobre el base, un escolta con capacidad de pase y visión de juego, y un interior que desde el poste bajo provoque que el juego bascule con multitud de opciones. Bien en la zona en la que se carga el juego, bien para liberar a otros dos jugadores que mediante bloqueos, cortes generan tiros liberados, creando una continua amenaza. En definitiva, es dar facilidades para usar el máximo de posibilidades concebidas en ataque. Phil Jackson, en su libro Canastas Sagradas, lo define como “conciencia en acción”.
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Durante sus años en los Bulls y en los Lakers, el triángulo ofensivo benefició especialmente a Kobe Bryant y Michael Jordan, dos escoltas (dos de los mejores de la historia) capaces tanto de tirar como de penetrar con gran facilidad. En los Knicks, obviamente esta labor de máximo finalizador recaería sobre Carmelo, un jugador que ha llegado a jugar de cuatro el año pasado y que en las últimas temporadas se ha atemperado, a través de su efectividad y rápido tiro, al juego estático que han propuesto los Knicks. No decimos que el sistema no sea trasladable, pero al menos en este punto se encuentran grandes diferencias. Sí que se señaló casi de inmediato a José Manuel Calderón como un base idóneo para desenvolver este sistema. Uno de los mejores tiradores de tres por porcentaje de la liga, y que venía de desarrollar una función muy similar en los Mavs. Un jugador serio además, equiparable al mejor Fisher de los Lakers.
Sin embargo, la mayor problemática recae sobre la labor del ‘hombre grande’, el cuatro o el cinco que fija uno de los vértices en el poste bajo y que apoya la creación de cualquier jugada. En la segunda época de los Bulls esta labor recayó en muchas ocasiones sobre Scottie Pippen. En los Lakers, sobre Shaq, Odom o Pau Gasol. Aquí es donde en los Knicks resulta imposible encontrar cualquier jugador equiparable. ¿Carmelo de nuevo? Tal y como ha empezado la temporada -prácticamente más solo que nunca- parece que también.
La pregunta ahora es evidente ¿Hacia dónde caminan los Knicks? Quizá la insistencia en que la actual plantilla se amolde a un triángulo ofensivo durante este mismo año no sea lo más lógico. Más aún, cuando se prevé que el próximo verano el roster sea completamente distinto tras el fin del contrato de Stoudemire y Bargnani. Quien sabe si lo apropiado sería que entrenador, jugadores y directiva, y sobre todo aficionados, se hagan a la idea de que este año tienen que atravesar el temido triángulo de las Bermudas. Una reconstrucción sin un rumbo claro y que parece necesitar que este año se le olvide por completo.