Andray Blatche, o cómo un NBA llega a jugar con Filipinas

Filipinas. Un Estado en el que sus ciudadanos tienen de media 1,63 metros de estatura (los varones) y en el que hasta hace más bien poco el baloncesto pintaba nada. Hasta que su selección se vuelve a clasificar para una Copa del Mundo desde 1978. Parezca más extraño o menos, el palmarés de los Mundobasket recoge el nombre de Filipinas con una medalla de bronce conseguida en 1954. Algo que no han conseguido por ejemplo estados como Reino Unido.

Pero más allá de esta conquista perteneciente ya a la protohistoria del baloncesto, la selección de Baloncesto de Filipinas que llegaba al Mundial de España tenía poco de competitiva. Con un equipo basado en la rapidez de su juego exterior y un solar en la pintura, la federación filipina, afianzada en el potencial económico del magnate de las telecomunicaciones Manuel V. Pangilinan (MVP por sus siglas, ahí queda), comenzó a rastrear el ‘mercado NBA’ para nacionalizar un jugador que por una parte, apoyara el auge de la creciente y entregada afición filipina, y además se comprometiera a mantenerse en la selección durante lo que resta de ciclo Olímpico, con la vista puesta en la clasificación de los Juegos de Brasil.

Pero antes de adelantarnos tanto retrocedamos un poco para entender cómo se llega a esto. En los últimos años, al igual que en todos los países asiáticos, la expansión de la NBA ha dado sus frutos. Durante el Lockout del 2011 Filipinas fue uno de los Estados que acogieron exhibiciones y entrenamientos de alguno de los mejores jugadores vivos. Bryant y Durant se dejaron ver por ahí en aquel largo estío de 2011. Así, con el público en el bolsillo y la ayuda de un ídolo nacional, el boxeador Manny Pacquiao, también pirrado por el basket, Filipinas se convertía (o se nacionalizaba) en un país de baloncesto de nuevo.

Esto nos devuelve a la voluntad del país por conseguir un NBA a toda costa y la permisividad de la FIBA para permitir nacionalizaciones baloncestísticas, una opción avalada por el organismo para contribuir a la difusión del basket en nuevos territorios. No está mal, además los ‘Blatches’ dan resultados refrescantes a torneos de este tipo.

Así, en apenas unas semanas, la Federación Filipina chequeó a varios NBA sobre sus intenciones. En la mano, las nuevas leyes  3784 y 3783, decretos que permiten la adopción de la nacionalidad filipina por la vía de la justicia sin que haya que presentar descendencia, residencia o siquiera cualquier vinculación. Al otro lado del teléfono, el país del archipiélago asiático solo recibió el visto bueno de JaVale McGee (Nuggets) y Andray Blatche (Nets). El primero de ellos se acabó cayendo por sus problemas de lesiones. El segundo, sería el referente del equipo y mejor jugador de la primera jornada del Mundial 2014 con 28 puntos y 12 rebotes.

En apenas unos días, el pasado 11 de junio, el jugador pisaba suelo filipino para conseguir su nacionalidad. Todo había llegado a tiempo. Sobre el interés del jugador ha elucubrado estos días el periodista Rafe Bartholomew en Grantland que pueden encontrarse varios motivos. Por una parte, el deseo de Blatche por jugar un mundial, algo que no le iba a llegar con EE.UU., y también el escaparate en un verano en el que él es agente libre, además de un jugoso añadido que rondaría el millón de euros. Todo cortesía de nuestro verdadero MVP de esta historia, el magnate Manuel V. Pangilinan, según apunta la publicación norteamericana.

A los que nos gusta el baloncesto en su plenitud, hasta con sus defectos, seguramente nos traigan sin cuidado los motivos de Blatche. Filipinas con él se vuelve más exótica, más vistosa y hasta más simpática. Y parece que el jugador, reacio a dar explicaciones sobre su nueva nacionalidad, se ha integrado perfectamente en el grupo y en la voluntad (sea motivada por una cosa u otra) de mantenerse en el equipo hasta los próximo juegos de Río de Janeiro.

Imagen: FIBA